
domingo, 18 de diciembre de 2011
Regalo en la nieve

domingo, 11 de diciembre de 2011
Luces del desierto
Dunas
de arena se apilan en las cejas y poco a poco se van depositando en la
ondulación de las pestañas que amplían el desierto hasta el interior de mis
ojos. Después de dos semanas de travesía debo mantenerme alerta. El Gobi es un
viejo y conocido rufián dispuesto a arrebatarme la razón y la vida al menor
descuido. Y creo ver en la lejanía retazos de nubes coloreadas arrancadas del
cielo que cabalgan en mi dirección. Trato de aguzar la mirada, espoleo al
caballo y trotamos hasta una pequeña elevación donde oteo las sedas rojas y
amarillas que se acercan flameando al viento. Vienen seguidas de un halo de
polvo ensangrentado en la caída de la tarde. Un centenar de guardianes del
gobernador de la provincia de Xinjiang pasan a escasa distancia de mí. Y una
mirada cubierta de muselinas azafrán se cuela entre los lanceros. La mujer que
la deja escapar va en un palanquín. Los sigo a distancia porque aquella también
es mi ruta. El séquito se adentra en el palacio del gobernador mientras que mi
destino son los comerciantes de pieles. Cobro en plata mis ventas y me dirijo a
la casa de té más importante de la ciudad. Pero me impide entrar una lucha de
mano y espada con un desconocido que me obliga a defenderme cuando el talón de
su pie izquierdo golpea mi estómago vacío.
domingo, 20 de noviembre de 2011
La voz de Beatriz Salas
Agracedimiento al blog de Beatriz Salas...A mi manera
Mi más sincero y emocionado agradecimiento a Beatriz Salas del blog Beatriz Salas... A mi manera que ha tenido la deferencia de seleccionar uno de mis relatos Los espejos que se miran y ponerle su magnífica voz, sus registros, entonación… que le dan otra dimensión al texto.
Quiero darle las gracias a Ruth
M. Casas Gumiel que eligió tan acertadamente una música de Canarias y que suena
maravillosamente junto a la voz de Beatriz Salas.
Me gustó mucho la ilustración
de Rosario Rebull.
Realmente estoy muy feliz y muy
honrada con el resultado.
Gracias, muchas gracias
domingo, 13 de noviembre de 2011
Recordadme en los libros que no leeré
La muerte ha sido generosa
conmigo, me dio toda una vida para gastarla y ahora se ha cobrado su parte. No
la odio, en realidad ni siquiera la conoceré. Todo lo que sé de ella lo he
leído en los libros, la he visto en las películas filosóficas como esas que
hacen los nórdicos, en las tragedias que resuenan en la caracola del tiempo
desde el primigenio instante en que el hombre se dio por vivo. No estoy, fui y
solo seré mientras alguno de ustedes me piense de vez en cuando. Puedo
imaginármelos en estas últimas horas. Encuentros de unos con otros después de
largos períodos sin verse, mintiéndose, que están iguales, que no han cambiado,
incluso se atreverán a decir que es una pena lo de mi muerte, un hombre bien
conservado y joven aún; tengo, tenía, setenta y cinco años, ¡cielos que se es
joven a los veinte! Pero claro si ustedes aceptan mi senectud tendrían que
admitir la vuestra, tamaño dislate. Como si así pudieran esquivar a la parca.
No tuve inconveniente en rendirme ante los designios de la edad cuando las
goletas singlaban desplegando sus velas hacia mí y mi mástil no izaba la
bandera de guerra más allá de la botavara.
lunes, 10 de octubre de 2011
Estación de otoño
Si sangrara no dudaría que me hubieran asestado dos puñaladas, una en la garganta y otra en el estómago. Respiro hondo para detener la zozobra que me agita. No dejo de dar vueltas como un reo por una habitación donde reina el desorden de sillas desubicadas y ese espejo iluminado por el que asoma mi rostro a intervalos regulares. Y me devuelve la barba albeada por el tiempo y las líneas roturadas sobre la piel por los hombres que he sido. Y en esta noche ha regresado aquel que creí enterrado. Pronto llegará el final. Compruebo en el reloj de cadena que ya debo salir de la estancia. Camino por un angosto pasillo que desemboca en la sala. Suena el timbre de la puerta, abro y es Nora que lleva un libro entre las manos. Su menudo cuerpo se abalanza sobre mí y me abraza. La aparto, no debías haber venido a estas horas. Entra y se coloca cerca del sillón, junto a la mesa. La luz tenue nos reduce a dos figuras. Sí, es arriesgado pero sé que tu mujer está de viaje y últimamente te noto frío y huidizo, ¿te molesta que haya querido verte? Claro que no, pero no se lo digo.
martes, 13 de septiembre de 2011
Los días felices
Un día
Marta quiso construir una frase pero las palabras se le escarcharon, las ideas cómplices desaparecieron secuestradas por el pasado y los
proyectos quedaron sepultados bajo los escombros de los tiempos felices. Pensó entonces,
que la glaciación entre ellos se produjo sin previo aviso, no hubo cambio
climático, ni las nubes del cielo fueron violentadas por los densos y viscosos cúmulos
que trepaban desde las chimeneas de las fábricas. El sol se ocultó y se habituaron
a compartir sus destinos entre las tinieblas, el silencio solitario y las
tardes de miradas por los ventanales.
Abandonó
la casa solo con lo puesto. Él le preguntó si no requería de un camión de
mudanzas y ella le respondió que todas sus posesiones estaban grabadas en la
piel, que para los recuerdos aún no se
habían inventado embalajes y eso a él lo reconfortó.
martes, 23 de agosto de 2011
Al caer la noche

Ningún mañana puede restaurar nuestros rayos
William Wordsworth
El diamante fue extraído en Sudáfrica y tallado en Amberes. Primero perteneció a mi bisabuela y mi madre se lo entregó a Manuel el día de nuestra boda. Me gusta contemplarlo bajo la lámpara de Tiffany y extraerle toda la gama luminosa que es capaz de irradiar. Lo acerco, lo ladeo, lo someto a las sombras, lo envuelvo en el humo del cigarrillo o simplemente elevo la mano y lo enfrento a la noche vigilante al otro lado de la ventana. Cuando la puerta de su estudio se abre y escucho sus pasos discretos sobre la alfombra del pasillo, apago la luz y giro la sortija acariciando el viejo diamante granate. Se detiene, supone que ya duermo, sus pisadas se alejan escalera abajo, cierra la puerta principal y asciende hasta mi habitación el crujido de la gravilla aplastada por las suelas de piel que caminan hacia el Nash de 1929. El motor ronronea en la noche y muere en la carretera que lleva al club. Desalojo la oscuridad, salgo precipitadamente al pasillo y como el adicto al opio inhalo su aroma mezcla de tabaco Cavendish holandés de pipa y menta. Persigo su rastro ingiriendo hasta la última partícula del efluvio que me regresa la imagen de sus amplias espaldas cubiertas por un elegante esmoquin negro y su cabellera peinada con una delgada senda en el lado izquierdo de la cabeza. Mis brazos se abren mientras busco su cuerpo como si aún estuviera aquí y simulo rodearlo. Introduzco mis manos bajo los bíceps musculosos de antiguo remero universitario, avanzan hacia el pecho y se deslizan por el abdomen firme y la imagen fenece al sur de su ausencia
domingo, 10 de julio de 2011
Voz de mar

domingo, 26 de junio de 2011
Tinta negra

Mathew era contable de una agencia de aduanas y cuando se hartaba de las tediosas sesiones de tablas numéricas, mercancías importadas, impuestos de arbitrio y otras cargas fiscales, sus pensamientos se precipitaban, través de los ventanales, y se anclaban en los barcos fondeados en el puerto, dispuestos a zarpar a los Canary Wharf de Londres, a Cádiz, a La Guaira o a Nador.
domingo, 5 de junio de 2011
La Zarina*

Amalia Valcárcel me vuelve a contar la historia como aquella vez, cuando comencé a trabajar en el hospital y fue mi primera paciente. Se acostumbró a vivir entre los escombros de la sífilis, el whisky de alambique y los recuerdos de la mejor casa de citas de la ciudad.
domingo, 29 de mayo de 2011
Buenos Aires 1929

domingo, 22 de mayo de 2011
Detrás del silencio

domingo, 15 de mayo de 2011
Tardes en Bórcor

Conduzco por la carretera angosta, ondulándose entre lavas y pumitas, que trepa hacia las montañas y me adentro por las calles que me devuelven veinte años de ausencia. De guardar Bórcor entre los vestigios de una ciudad perdida y buscada en la lejanía. Hubo días que dudé de su existencia, de si necesité inventarme un lugar secreto que ocultaba mi origen. Los laureles de indias siguen agolpados en el centro, junto a la iglesia, las vías y las plazas asaetean mi nostalgia y las nuevas urbanizaciones invasoras de tierras de pasto y juegos se levantan como látigos que hieren mis recuerdos.
Me acerco al parque donde consumí tantas horas de niñez y adolescencia. Ando los senderos del silencio, la mirada furtiva, cazadora de un instante, depredadora de pensamientos, de preguntas huérfanas de respuestas. Y emerge aquella tarde en la que el viento se enredaba entre los árboles esquilmados por la férrea dieta del otoño y las hojas secas de arce alfombraban el suelo. Fue la última vez que lo vi. Lo esperé impaciente en mi banco, del que tomé posesión cuando fue abandonado por una pareja de amantes, con un libro de poemas de Luis Feria entre las manos, simulando que leía. Cerré el tomo y como el farero que aguarda el chapoteo del último barco antes de que la noche se vuelva amanecer, escruté detenidamente los caminos y allí apareció del brazo de su mujer. Él no se percató de mi presencia, como siempre. Yo, en cambio escuché el crujido de la hojarasca bajo sus botas. Hoy camino sobre las hojas caídas por si la extraña melodía de aquellos otoños me devuelve la presencia fugaz del que decían era mi padre.
Me acerco al parque donde consumí tantas horas de niñez y adolescencia. Ando los senderos del silencio, la mirada furtiva, cazadora de un instante, depredadora de pensamientos, de preguntas huérfanas de respuestas. Y emerge aquella tarde en la que el viento se enredaba entre los árboles esquilmados por la férrea dieta del otoño y las hojas secas de arce alfombraban el suelo. Fue la última vez que lo vi. Lo esperé impaciente en mi banco, del que tomé posesión cuando fue abandonado por una pareja de amantes, con un libro de poemas de Luis Feria entre las manos, simulando que leía. Cerré el tomo y como el farero que aguarda el chapoteo del último barco antes de que la noche se vuelva amanecer, escruté detenidamente los caminos y allí apareció del brazo de su mujer. Él no se percató de mi presencia, como siempre. Yo, en cambio escuché el crujido de la hojarasca bajo sus botas. Hoy camino sobre las hojas caídas por si la extraña melodía de aquellos otoños me devuelve la presencia fugaz del que decían era mi padre.
domingo, 8 de mayo de 2011
Esquina a Corrientes*

A veces, las dudas me cercan, actuando como cíngulos que amenazan con estrangularme ¿y, si como le ocurrió a mamá, la luz vigía se apaga?¿y si su enfermedad se quedó agazapada detrás de este espejo, en su azogue cruel, o bajo la cama, o en una gaveta de la cómoda o en el sillón en el que permaneció exiliada en su territorio de desmemoria?¿y si el mal se esconde para darme el zarpazo, tumbarme las palabras, suprimirlas, secuestrarme los recuerdos, los hijos, reducirme la vida entera a la nada? No, la muerte reciente de mamá aún me afecta. Acudo al living donde Raúl celebra un gol frente al televisor.
domingo, 10 de abril de 2011
Pasos sobre el lago

domingo, 3 de abril de 2011
Canarias en la Literatura Universal
Escritor peruano que nació en Lima el 31 de agosto de 1929 y murió, en su ciudad natal, el 4 de diciembre de 1994. Se preparó en Letras y Derecho en la Pontificia Universidad Católica de Perú entre 1946 y 1952. Año, en el que obtuvo una beca del Instituto de Cultura Hispánica que le permitió viajar a España y continuó sus estudios en la Universidad Complutense de Madrid. En 1953 se trasladó a París donde realizó algunos cursos en La Sorbona. De 1955 a 1956 vivió en Múnich, después retornó a la capital francesa y de ahí a Amberes. 1958 es otro año de estadía en diferentes ciudades alemanas como Berlín, Hamburgo y Fráncfort. Realizó diversos y pocos remunerados oficios para ganarse la vida. De 1958 a 1960 impartió clases en la Universidad Nacional de San Cristóbal de Huamanga en Ayacucho. Al comienzo de la década de los sesenta se instaló en París, ciudad en la que trabajó para France Press y de traductor de la UNESCO. El tabaco y el alcohol fueron sus grandes aliados y sus peores enemigos. El tabaco será el causante del cáncer que le detectaron en 1974 y por el que se sometió a largos tratamientos. Y que acabó con su vida unos días después de recibir el Premio Juan Rulfo.
domingo, 27 de marzo de 2011
La otra película

domingo, 20 de marzo de 2011
La mirada que vuelve

domingo, 13 de marzo de 2011
Canarias en la Literatura Universal
Emily Dickinson, Tenerife y El Teide
La poeta estadounidense, nació en Amherst, condado de Hampshire, Massachussetts en 1830 y falleció en 1886, en la misma casa y lugar donde vio la luz por primera vez. Pertenecía a una destacada familia de Nueva Inglaterra, puritana y de hombres de leyes. Recibió una educación relevante para su época y condición, y mostró, desde el principio, inclinación hacia las letras. Inició su formación en la Academia de su ciudad natal y continuó en Mount Holyyoke. Allí tuvo un enfrentamiento con el dogmatismo calvinista y no regresó al curso siguiente.
Llevó una vida de estudio, de relaciones sociales, paseos, visitas hasta los 31 años, a partir de ese momento se encerró en su casa familiar y no volvió a salir. Se dedicó únicamente a escribir y su conexión con el exterior fue a través del canal epistolar.
Sobre su reclusión voluntaria se han formulado diferentes conjeturas. Por un lado, era frecuente en su época que las mujeres desarrollaran la mayoría de sus actividades en el interior del hogar puesto que se les adjudicaba el papel de guardianas y veladoras de las buenas costumbres, la moral y la salud del hogar. Por otra parte, también se ha especulado con el objeto secreto de la mayoría de sus poemas, dos amores ocultos. Se cree que su padre le prohibió mantener relaciones con un estudiante de Derecho y, más tarde, pudo haberse enamorado de un pastor protestante casado, y cuya materialización sentimental se la supone inexistente. Otras teorías apuntan a la cercanía y confidencialidad con su cuñada y amiga Susan Huntington Gilbert, escritora, poeta, viajera y editora.
Desde el siglo XIX hasta hoy, se ha editado una amplia bibliografía que analiza estas circunstancias, como también alguna afección psicológica de la autora. Lo que, sí, denota es su alto sentido de la intimidad y de resguardar su vida personal. Su viaje más largo fue a Boston cuando acudió a la consulta de un oculista.
Emily Dickinson desarrolló su amplia producción poética desde el silencio y sólo un círculo muy reducido estuvo al tanto de sus creaciones literarias, en especial su hermana Vinnie. La mayoría de su obra fue publicada póstumamente y, en vida, sólo se conocieron cinco poemas, algunos contra su voluntad y otro sin constar su nombre.
Su poesía habla de Dios, del cielo, del alma, de la redención, del paso por la vida y de la muerte, no como un fin sino como medio de retorno al principio, al hogar. Simbólicamente relacionado con el ciclo del día: la mañana, el mediodía, el ocaso. La sepultura como una liberación, no como una condena. En todo caso, la Biblia y la liturgia puritana impregnan buena parte de su poesía. Bien es cierto, que la mayoría de su obra derivaba de su incasable actividad lectora, de la que se nutría y en la que se inspiraba, así como de la naturaleza y su meticulosa observación. Conoció y admiró las obras de Ralph W. Emerson, Nathaniel Hawthorne, las hermanas Brontë, Elizabeth Barret Browning, William Shakespeare, Coleridge, Wordsworth, Keats, Dickens, etc.
Emily Dickinson escribió alrededor de 1775 poemas. La estrofa básica es el himno bíblico o la balada constituida por cuatro versos. Son pocas las construcciones que superan los ocho versos. La rima y el ritmo están basados en la musicalidad de los cantos de la Biblia. Su lenguaje era preciso y uno de los aspectos más significativos fue el uso de términos grecolatinos para las ideas e ingleses y alemanes para las percepciones, tal y como señala Alan Tate.
Su obra fue publicada de forma fragmentaria y no siguiendo una ordenación cronológica lo que generó controversias a la hora de analizar su evolución lírica. Por otra parte, al no editar en vida, su obra no fue revisada, retocada, suprimida, añadida e incluso hay poemas inacabados. La contrapartida es conocer la obra desde la concepción primigenia de la autora, sin limar, al lector. Aunque su editor y amigo epistolar Thomas W. Higginson, no se sustrajo a la tentación de modificar algunos de sus poemas.
Emily Dickinson escribió: para viajar lejos no hay mejor nave que un libro. Y esta máxima debió seguir cuando compuso este poema, de una isla situada al otro lado del Atlántico, que nunca visitó y de un volcán, que jamás contempló a corta distancia. En el siglo XIX, sobre todo a partir de la segunda mitad, en plena época victoriana, hubo en ciertos sectores de la clase media y alta y en las mujeres, en particular, un deseo por viajar y conocer lugares más allá de Gran Bretaña. Singlaban en barcos a lejanos y exótico países y/o a emplazamientos próximos. Sus motivos no sólo fueron comerciales y mercantiles. Muchos de estos hombres y mujeres, retrataron con su mirada, a través de la pintura o la escritura, paisajes, vegetación, arquitecturas, costumbres, detalles pormenorizados de las sociedades que conocieron. En ese contexto, Canarias fue un lugar, nuevamente en la historia, de encrucijada y de lugar de encuentros. Viajeros que iban o venían de Europa, África, América, Asia y Oceanía. Buena parte de ellos, especialmente las damas victorianas, (pintoras, dibujantes, escritoras) realizaron un detallado documento gráfico y literario de las Islas de esa época. Escritoras, pintoras y viajeras como Anne Brassey, Marianne North, Elizabeth Murray, etc, Es fácil, por tanto, imaginar y deducir que Emily Dickinson, lectora voraz, estuvo al tanto de la literatura de viajes por prolija por aquellos años. La autora estadounidense debió tener acceso a algún relato y/ ilustración del volcán que emerge de Tenerife a 3.718 metros de altura a nivel del mar: El Teide.
Este Pico emblemático, hermoso bajo la nieve en invierno y volcánico y turgente en verano, conmocionó a la autora americana. Pensemos que Emily Dickinson no conoció el Parque Nacional, ni los colores tornasolados del amanecer, ni las estrellas insinuándose sobre su cono en las noches sin luna, ni las especies endémicas de su entorno, como tajinastes o violetas del Teide o el pinzón azul. Aún, sin viajar físicamente, fue capaz por medio de las naves de unos versos, y el mar de un poema, de navegar hasta la isla de la que hizo emerger su Teide literario.
DICKINSON, E.
- Poemas 1-600. Sabina Editorial. 2012
- Poemas 601-1200. Sabina Editorial. 2013
- Poemas 1201-1786. Sabina Editorial. 2015
- Cartas. Lumen. 2009
- Cien poemas. Bosch, Casa Editorial. 1987
- Poemas. Tusquets. 2006
- Poemas a la muerte. Bartleby Editores. 2010
- The poems of Emily Dickinson. The Belknap Press of Harvard University Press, 1999
CANDEL DE PUERTA, M., «Emily Dickinson», en: Letralia, nº 248, 7 de marzo 2011. http://www.letralia.com/248/ensayo01.htm
HORMIGA, M., «Dickinson y El Teide», en: Bienmesabe, Revista Cultural Digital, nº 93, 2006. http://www.bienmesabe.org/noticia.php?id=8337
La poeta estadounidense, nació en Amherst, condado de Hampshire, Massachussetts en 1830 y falleció en 1886, en la misma casa y lugar donde vio la luz por primera vez. Pertenecía a una destacada familia de Nueva Inglaterra, puritana y de hombres de leyes. Recibió una educación relevante para su época y condición, y mostró, desde el principio, inclinación hacia las letras. Inició su formación en la Academia de su ciudad natal y continuó en Mount Holyyoke. Allí tuvo un enfrentamiento con el dogmatismo calvinista y no regresó al curso siguiente.
Llevó una vida de estudio, de relaciones sociales, paseos, visitas hasta los 31 años, a partir de ese momento se encerró en su casa familiar y no volvió a salir. Se dedicó únicamente a escribir y su conexión con el exterior fue a través del canal epistolar.
Sobre su reclusión voluntaria se han formulado diferentes conjeturas. Por un lado, era frecuente en su época que las mujeres desarrollaran la mayoría de sus actividades en el interior del hogar puesto que se les adjudicaba el papel de guardianas y veladoras de las buenas costumbres, la moral y la salud del hogar. Por otra parte, también se ha especulado con el objeto secreto de la mayoría de sus poemas, dos amores ocultos. Se cree que su padre le prohibió mantener relaciones con un estudiante de Derecho y, más tarde, pudo haberse enamorado de un pastor protestante casado, y cuya materialización sentimental se la supone inexistente. Otras teorías apuntan a la cercanía y confidencialidad con su cuñada y amiga Susan Huntington Gilbert, escritora, poeta, viajera y editora.
Desde el siglo XIX hasta hoy, se ha editado una amplia bibliografía que analiza estas circunstancias, como también alguna afección psicológica de la autora. Lo que, sí, denota es su alto sentido de la intimidad y de resguardar su vida personal. Su viaje más largo fue a Boston cuando acudió a la consulta de un oculista.
Emily Dickinson desarrolló su amplia producción poética desde el silencio y sólo un círculo muy reducido estuvo al tanto de sus creaciones literarias, en especial su hermana Vinnie. La mayoría de su obra fue publicada póstumamente y, en vida, sólo se conocieron cinco poemas, algunos contra su voluntad y otro sin constar su nombre.
Su poesía habla de Dios, del cielo, del alma, de la redención, del paso por la vida y de la muerte, no como un fin sino como medio de retorno al principio, al hogar. Simbólicamente relacionado con el ciclo del día: la mañana, el mediodía, el ocaso. La sepultura como una liberación, no como una condena. En todo caso, la Biblia y la liturgia puritana impregnan buena parte de su poesía. Bien es cierto, que la mayoría de su obra derivaba de su incasable actividad lectora, de la que se nutría y en la que se inspiraba, así como de la naturaleza y su meticulosa observación. Conoció y admiró las obras de Ralph W. Emerson, Nathaniel Hawthorne, las hermanas Brontë, Elizabeth Barret Browning, William Shakespeare, Coleridge, Wordsworth, Keats, Dickens, etc.
Emily Dickinson escribió alrededor de 1775 poemas. La estrofa básica es el himno bíblico o la balada constituida por cuatro versos. Son pocas las construcciones que superan los ocho versos. La rima y el ritmo están basados en la musicalidad de los cantos de la Biblia. Su lenguaje era preciso y uno de los aspectos más significativos fue el uso de términos grecolatinos para las ideas e ingleses y alemanes para las percepciones, tal y como señala Alan Tate.
Su obra fue publicada de forma fragmentaria y no siguiendo una ordenación cronológica lo que generó controversias a la hora de analizar su evolución lírica. Por otra parte, al no editar en vida, su obra no fue revisada, retocada, suprimida, añadida e incluso hay poemas inacabados. La contrapartida es conocer la obra desde la concepción primigenia de la autora, sin limar, al lector. Aunque su editor y amigo epistolar Thomas W. Higginson, no se sustrajo a la tentación de modificar algunos de sus poemas.
Emily Dickinson escribió: para viajar lejos no hay mejor nave que un libro. Y esta máxima debió seguir cuando compuso este poema, de una isla situada al otro lado del Atlántico, que nunca visitó y de un volcán, que jamás contempló a corta distancia. En el siglo XIX, sobre todo a partir de la segunda mitad, en plena época victoriana, hubo en ciertos sectores de la clase media y alta y en las mujeres, en particular, un deseo por viajar y conocer lugares más allá de Gran Bretaña. Singlaban en barcos a lejanos y exótico países y/o a emplazamientos próximos. Sus motivos no sólo fueron comerciales y mercantiles. Muchos de estos hombres y mujeres, retrataron con su mirada, a través de la pintura o la escritura, paisajes, vegetación, arquitecturas, costumbres, detalles pormenorizados de las sociedades que conocieron. En ese contexto, Canarias fue un lugar, nuevamente en la historia, de encrucijada y de lugar de encuentros. Viajeros que iban o venían de Europa, África, América, Asia y Oceanía. Buena parte de ellos, especialmente las damas victorianas, (pintoras, dibujantes, escritoras) realizaron un detallado documento gráfico y literario de las Islas de esa época. Escritoras, pintoras y viajeras como Anne Brassey, Marianne North, Elizabeth Murray, etc, Es fácil, por tanto, imaginar y deducir que Emily Dickinson, lectora voraz, estuvo al tanto de la literatura de viajes por prolija por aquellos años. La autora estadounidense debió tener acceso a algún relato y/ ilustración del volcán que emerge de Tenerife a 3.718 metros de altura a nivel del mar: El Teide.
Este Pico emblemático, hermoso bajo la nieve en invierno y volcánico y turgente en verano, conmocionó a la autora americana. Pensemos que Emily Dickinson no conoció el Parque Nacional, ni los colores tornasolados del amanecer, ni las estrellas insinuándose sobre su cono en las noches sin luna, ni las especies endémicas de su entorno, como tajinastes o violetas del Teide o el pinzón azul. Aún, sin viajar físicamente, fue capaz por medio de las naves de unos versos, y el mar de un poema, de navegar hasta la isla de la que hizo emerger su Teide literario.
Ah, Teneriffe - Receding Mountain-
Purples of Ages halt for You-
Sunset reviews Her Sapphire Regiments-
Day - drops you His Red Adieu -
Still clad in Your Mail of Ices-
Eye of Granite - and Ear of Steel -
Passive alike - to Pomp - and Parting -
Ah, Teneriffe - We’re pleading still -
DICKINSON, E.
- Poemas 1-600. Sabina Editorial. 2012
- Poemas 601-1200. Sabina Editorial. 2013
- Poemas 1201-1786. Sabina Editorial. 2015
- Cartas. Lumen. 2009
- Cien poemas. Bosch, Casa Editorial. 1987
- Poemas. Tusquets. 2006
- Poemas a la muerte. Bartleby Editores. 2010
- The poems of Emily Dickinson. The Belknap Press of Harvard University Press, 1999
CANDEL DE PUERTA, M., «Emily Dickinson», en: Letralia, nº 248, 7 de marzo 2011. http://www.letralia.com/248/ensayo01.htm
HORMIGA, M., «Dickinson y El Teide», en: Bienmesabe, Revista Cultural Digital, nº 93, 2006. http://www.bienmesabe.org/noticia.php?id=8337
domingo, 27 de febrero de 2011
El poema del tren

domingo, 20 de febrero de 2011
El concierto

La dirección sostenida dejó traslucir la maestría del profesor magiar que condujo la orquesta bajo las olas, sobre el mar por el que navegan las esperanzas a un mundo de oportunidades, de rascacielos iluminando la noche que como faros vigías nos transportan al lenguaje musical de un hombre apasionado. Este párrafo es el único que salvaré para la crónica que enviaré mañana al periódico. Ya es madrugada y Luis me llama desde la cama.
Canarias en la Literatura Universal

Lean este comentario bajo sospecha, pues desde que conocí a Julio, disculpen la familiaridad pero son muchos años ya de relación, su mundo, sus mundos, son parte de mi territorio. Y si la objetividad tiene una empecinada tendencia a moverse por las tinieblas, en este texto está desterrada.
Julio Cortázar nació en 1914 en Bruselas como producto del turismo y la diplomacia, según aseguró el propio autor. Cuatro años más tarde se traslada con su familia a Banfield (Buenos Aires). Abandonado por su padre vive, junto a su madre, una tía y su abuela, una infancia convaleciente, de lecturas y primeros escritos. Cursa estudios para maestro y combina la docencia con la creación literaria. Tras obtener una beca se traslada a París en 1951 donde realiza labores como traductor para la Unesco. Alli fallece en 1984.
Julio Cortázar nació en 1914 en Bruselas como producto del turismo y la diplomacia, según aseguró el propio autor. Cuatro años más tarde se traslada con su familia a Banfield (Buenos Aires). Abandonado por su padre vive, junto a su madre, una tía y su abuela, una infancia convaleciente, de lecturas y primeros escritos. Cursa estudios para maestro y combina la docencia con la creación literaria. Tras obtener una beca se traslada a París en 1951 donde realiza labores como traductor para la Unesco. Alli fallece en 1984.
Dia de las Letras Canarias

El Gobierno de Canarias aprobó la celebración, cada 21 de febrero, del Día de las Letras Canarias. La fecha elegida conmemora el fallecimiento del ilustrado José de Viera y Clavijo en 1813. Se homenajea a autores de las Islas, que se han significado por su valía literaria, cultural e intelectual. Se ha dedicado a José de Viera y Clavijo (2007), Benito Pérez Galdós (2008), Mercedes Pinto (2009), María Rosa Alonso (2010) y Tomás Morales (2011).
Recientemente se sucitó una fuerte polémica cuando el Parlamento de Canarias aprobó, por unanimidad, reconocer el próximo año al científico lanzaroteño Blas Cabrera. El mundo de la literatura ha manifestado su contrariedad pues considera que se trata de un evento para reivindicar las letras canarias, por otro lado, tan denostadas y tan ignoradas. Oportunidad para dar a conocer a la ciudadanía, en general, y a los estudiantes, en particular, la literatura canaria, de importancia universal y de conocimiento ni siquiera local, reducido, en su gran mayoría, a círculos especializados. Todos los honores que se le hagan a Blas Cabrera son merecidos pero no en el marco del Día de las Letras Canarias, restan aún muchos narradores y poetas por sacar del olvido, el abandono, la postergación, el desconocimiento. Confiamos en que el sol de las Islas se abata sobre quienes tienen la obligación de velar por la defensa de la cultura canaria y el 2012, continuemos en la senda de la fiesta de los escritores canarios.
domingo, 13 de febrero de 2011
La noche americana

Los libros invisibles
Amanece en Nueva York y por la Quinta Avenida se aproxima un taxi amarillo que se detiene y del que desciende Audrey Hepburn. Es la primera escena de la película Desayuno con diamantes (Breakfast at Tiffany’s, 1961). Desde una imagen espectacular se ve a la protagonista de espaldas, vestida con un impecable traje negro de noche. El zoom de la cámara la reduce a un plano medio que, en contrapicado, lee el letrero de la joyería Tiffany & CO. Se acerca al escaparate mientras el plano se abre. La cámara la rodea, ya la podemos visionar de perfil, instante en el que abre su bolsa, extrae un cruasán, un vaso de café y comienza a desayunar mientras contempla, a través del cristal, las joyas de la tienda neoyorquina. La banda sonora de la canción Moon River la envuelve.
domingo, 6 de febrero de 2011
Canarias en la Literatura Universal

Nathaniel Hawthorne y Canarias
Escritor estadounidense, se le considera junto a Herman Melville, iniciador de la novela norteamericana. Nació el 4 de julio de 1804 en Salem (Massachussets) y murió el 19 de mayo de 1864. Su vida estuvo dedicada a la literatura que compaginó durante algún tiempo con el trabajo en una comuna, la Granja Brook y como tasador en la Aduana de Boston. Viajó y vivió en Europa. Fue nombrado cónsul en Liverpool por su amigo y, entonces, presidente de los Estados Unidos Franklin Pierce. Articulista, autor de cuentos y novelas, en sus creaciones se refleja una honda preocupación religiosa que deviene del puritanismo que llevaron los colonos a Nueva Inglaterra. La visión del mundo, que supura en sus obras, es profundamente moralista donde analiza el sentimiento de culpa y las consecuencias del pecado. Su primera publicación es una novela gótica Fanshawe (1828). En 1837 ve la luz Historias dos veces contadas, una colección de cuentos. Más tarde escribe La silla del abuelo: relatos para jóvenes (1841). La novela por la que el autor es más conocido es La letra escarlata (1850). Al año siguiente escribe La casa de los siete tejados, otra de sus novelas insignia. Su producción continúa con El libro de las maravillas para chicos y chicas (1852), La estatua de nieve y otros cuentos contados dos veces (1852), La granja de Blithedale (1852), El fauno de mármol (1860), Nuestro viejo hogar (1863). Obras publicadas después de su muerte fueron Septimius Felton o el elixir de la vida, El romance de Dolliver, El secreto del doctor Grimshawe, Cuadernos americanos, Cuadernos ingleses y Cuadernos franceses e italianos.
Escritor estadounidense, se le considera junto a Herman Melville, iniciador de la novela norteamericana. Nació el 4 de julio de 1804 en Salem (Massachussets) y murió el 19 de mayo de 1864. Su vida estuvo dedicada a la literatura que compaginó durante algún tiempo con el trabajo en una comuna, la Granja Brook y como tasador en la Aduana de Boston. Viajó y vivió en Europa. Fue nombrado cónsul en Liverpool por su amigo y, entonces, presidente de los Estados Unidos Franklin Pierce. Articulista, autor de cuentos y novelas, en sus creaciones se refleja una honda preocupación religiosa que deviene del puritanismo que llevaron los colonos a Nueva Inglaterra. La visión del mundo, que supura en sus obras, es profundamente moralista donde analiza el sentimiento de culpa y las consecuencias del pecado. Su primera publicación es una novela gótica Fanshawe (1828). En 1837 ve la luz Historias dos veces contadas, una colección de cuentos. Más tarde escribe La silla del abuelo: relatos para jóvenes (1841). La novela por la que el autor es más conocido es La letra escarlata (1850). Al año siguiente escribe La casa de los siete tejados, otra de sus novelas insignia. Su producción continúa con El libro de las maravillas para chicos y chicas (1852), La estatua de nieve y otros cuentos contados dos veces (1852), La granja de Blithedale (1852), El fauno de mármol (1860), Nuestro viejo hogar (1863). Obras publicadas después de su muerte fueron Septimius Felton o el elixir de la vida, El romance de Dolliver, El secreto del doctor Grimshawe, Cuadernos americanos, Cuadernos ingleses y Cuadernos franceses e italianos.
domingo, 30 de enero de 2011
Al otro lado de la calle

Mis hermanos, Paulo y Remigio, se fueron de casa cuando consumaron sus ayuntamientos respectivos. Pasado un tiempo murió mi padre y más tarde mi madre. Cohabité, desde entonces, con los silenciosos gatos Adriano, Aurelio, Nerón, Pompeyo, Augusto y, ahora, Mesalina. Estos últimos inquilinos son los únicos que me conocen.
El valle de las mariposas

Y dejo a mis espaldas la casa de paredes blanco brillante y ventanas azules, pasando bajo un arco vegetal formado por sarmientos y hojas de parra ocres entrelazados.
Camino por un sendero que parece una fila de eses concatenadas través de un páramo amarillento ¿o es una planicie elevada? No acierto a identificar el lugar; sin embargo, tengo la sensación de encontrarme en un paraje conocido, cercano, ya transitado. Después de una curva tropiezo con un árbol redondeado, un híbrido de nogal y roble; bajo una de sus ramas descubro a la mariposa naranja. Me acerco como un felino se aproxima a su presa. Mis dedos forman una pinza que se precipitan sobre sus alas pero en el instante en que el índice y el pulgar se cierran como las valvas de un molusco, la mariposa se escabulle, inicia su vuelo y la sigo, más bien la persigo, hasta llegar a una extensión de flores amarillas y violetas y allí está ella batiendo sus apéndices tornasolados al viento.
Camino por un sendero que parece una fila de eses concatenadas través de un páramo amarillento ¿o es una planicie elevada? No acierto a identificar el lugar; sin embargo, tengo la sensación de encontrarme en un paraje conocido, cercano, ya transitado. Después de una curva tropiezo con un árbol redondeado, un híbrido de nogal y roble; bajo una de sus ramas descubro a la mariposa naranja. Me acerco como un felino se aproxima a su presa. Mis dedos forman una pinza que se precipitan sobre sus alas pero en el instante en que el índice y el pulgar se cierran como las valvas de un molusco, la mariposa se escabulle, inicia su vuelo y la sigo, más bien la persigo, hasta llegar a una extensión de flores amarillas y violetas y allí está ella batiendo sus apéndices tornasolados al viento.
viernes, 28 de enero de 2011
Canarias en la Literatura Universal
.
Katherine Mansfield y Tenerife
Me propongo abordar la incidencia de Canarias en la novela, la poesía, el cuento y demás géneros, como material literario. Sin mayor pretensión que poner de relieve aquellos aspectos de las Islas que, de una manera u otra, han sido tratados por autores de todas las épocas y diferentes literaturas.
Encontrar la obra de Katherine Mansfield, fue una de las aventuras más interesantes que he experimentado como lectora. Una tarde, de la década de los Ochenta, escuché en la radio una semblanza de la autora y el título de uno de sus relatos más logrados: Felicidad. Hasta entonces, no tenía referencias de ella. A partir de ese momento inicié una búsqueda por librerías, bibliotecas, ferias, etc. Recuerdo el instante emocionado cuando, años después, por fin, localicé una edición de bolsillo atrapada en el estante de una vieja librería.
Se la considera una de las grandes escritoras del relato corto. Sólo basta leerla para confirmarlo. Su nombre es el seudónimo de Kathleen Beauchamp, nacida en 1888 en Wellington, capital de Nueva Zelanda. Tras una frustrada relación con su profesor de violonchelo se trasladó a estudiar al Queen’s Collage de Londres. Una vez concluida la formación retornó a su país natal pero allí no encontró su espacio y regresó a la capital británica en 1908.
Su formación musical y sus inquietudes literarias la llevaron a relacionarse con artistas y a tomar contacto con la vida bohemia. Sus vicisitudes amorosas fueron turbulentas y azarosas. Mantuvo diferentes relaciones sentimentales, teniendo como amante a Ida Baker. Relación que alternó con sus dos matrimonios y sus numerosos escarceos. Entabló un idilio en la Alemania de 1910, con un intelectual polaco que, al mismo tiempo que le transmitió una enfermedad venérea, le descubrió a Chejov, autor que ejerció una gran influencia en sus escritos. El resultado fue su primer libro de cuentos titulado En un balneario alemana (1911). Atravesó un período de amores fracasados, enfermedades, contrajo la tuberculosis por la que viajará por toda Europa en busca de un lugar que alivie sus recaídas y hemorragias. La muerte de su hermano Leslie en el frente, en la I Guerra Mundial, la sumió en una honda tristeza que marcó la etapa literaria más productiva. Así, en 1918, publicó Preludio. Su reconocimiento se produce en 1920 con su tercer libro Felicidad y otros cuentos. La Fiesta en el jardín verá la luz un año después.
Pero en 1923 sufrió, en su residencia de Fontainebleau, cercana a París, una hemorragia que acabó con su vida a los 34 años. Su segundo marido, el editor John Middleton Murry reunió todos sus escritos y editó póstumamente El nido de la paloma, Algo infantil, Diario de Katherine Mansfield y Cartas de Katherine Mansfield. El estilo poético y la gran sensibilidad de sus relatos confieren a sus historias y personajes un entramado de emociones, de circunstancias envueltas en sutiles juegos y estrategias creativas que los dotan de un carácter de irrenunciable lectura. Historias no exentas de ironía y de una profunda capacidad de observación de la realidad cotidiana.
Concibió un relato: Sopla el viento, en el que una adolescente se despierta por los gritos del viento y de la madre que dialoga, enfadada, con la abuela y en el que Tenerife aparece citado en el siguiente párrafo:
Katherine Mansfield y Tenerife
Me propongo abordar la incidencia de Canarias en la novela, la poesía, el cuento y demás géneros, como material literario. Sin mayor pretensión que poner de relieve aquellos aspectos de las Islas que, de una manera u otra, han sido tratados por autores de todas las épocas y diferentes literaturas.
Encontrar la obra de Katherine Mansfield, fue una de las aventuras más interesantes que he experimentado como lectora. Una tarde, de la década de los Ochenta, escuché en la radio una semblanza de la autora y el título de uno de sus relatos más logrados: Felicidad. Hasta entonces, no tenía referencias de ella. A partir de ese momento inicié una búsqueda por librerías, bibliotecas, ferias, etc. Recuerdo el instante emocionado cuando, años después, por fin, localicé una edición de bolsillo atrapada en el estante de una vieja librería.
Se la considera una de las grandes escritoras del relato corto. Sólo basta leerla para confirmarlo. Su nombre es el seudónimo de Kathleen Beauchamp, nacida en 1888 en Wellington, capital de Nueva Zelanda. Tras una frustrada relación con su profesor de violonchelo se trasladó a estudiar al Queen’s Collage de Londres. Una vez concluida la formación retornó a su país natal pero allí no encontró su espacio y regresó a la capital británica en 1908.
Su formación musical y sus inquietudes literarias la llevaron a relacionarse con artistas y a tomar contacto con la vida bohemia. Sus vicisitudes amorosas fueron turbulentas y azarosas. Mantuvo diferentes relaciones sentimentales, teniendo como amante a Ida Baker. Relación que alternó con sus dos matrimonios y sus numerosos escarceos. Entabló un idilio en la Alemania de 1910, con un intelectual polaco que, al mismo tiempo que le transmitió una enfermedad venérea, le descubrió a Chejov, autor que ejerció una gran influencia en sus escritos. El resultado fue su primer libro de cuentos titulado En un balneario alemana (1911). Atravesó un período de amores fracasados, enfermedades, contrajo la tuberculosis por la que viajará por toda Europa en busca de un lugar que alivie sus recaídas y hemorragias. La muerte de su hermano Leslie en el frente, en la I Guerra Mundial, la sumió en una honda tristeza que marcó la etapa literaria más productiva. Así, en 1918, publicó Preludio. Su reconocimiento se produce en 1920 con su tercer libro Felicidad y otros cuentos. La Fiesta en el jardín verá la luz un año después.
Pero en 1923 sufrió, en su residencia de Fontainebleau, cercana a París, una hemorragia que acabó con su vida a los 34 años. Su segundo marido, el editor John Middleton Murry reunió todos sus escritos y editó póstumamente El nido de la paloma, Algo infantil, Diario de Katherine Mansfield y Cartas de Katherine Mansfield. El estilo poético y la gran sensibilidad de sus relatos confieren a sus historias y personajes un entramado de emociones, de circunstancias envueltas en sutiles juegos y estrategias creativas que los dotan de un carácter de irrenunciable lectura. Historias no exentas de ironía y de una profunda capacidad de observación de la realidad cotidiana.
Concibió un relato: Sopla el viento, en el que una adolescente se despierta por los gritos del viento y de la madre que dialoga, enfadada, con la abuela y en el que Tenerife aparece citado en el siguiente párrafo:
- ¡Eres una estúpida! ¿A quien se le ocurre dejar la ropa tendida con un tiempo así...?Mi mejor mantel de bordado de Tenerife está hecho jirones.
Aunque Katherine Mansfield pasó buena parte de su vida, breve como sus relatos, en diferentes países como Alemania, Suiza, Italia o Francia, su residencia en Londres —destino de una buena parte de las exportaciones comerciales de Canarias: vino, productos agrícolas en general, y todo tipo de mercancías—, unido a la amplia capacidad de la autora para imbuirse de lo que la rodeaba, le permitió, sin duda, reparar en los famosos calados de la isla. Trabajos artesanales que se ejecutan sobre el hueco de una tela que se va entrelazando con aguja e hilo hasta formar figuras geométricas.
El conjunto de sus relatos se pueden leer en Cuentos completos de Editorial Alba, 1999.
El conjunto de sus relatos se pueden leer en Cuentos completos de Editorial Alba, 1999.
domingo, 23 de enero de 2011
Noche de taichi

Han pasado treinta años y escucho sus voces mientras alineo mi cuerpo, abro el pie izquierdo y formo una bola imaginaria entre mi mano izquierda, a la altura del abdomen y mi mano derecha, hacia abajo, frente al pecho. Elevo la pierna y la dirijo hacia la diagonal y comienzo acariciando la crin del caballo. Cuando me dispongo a extender mis brazos como una grulla blanca, Carlos cuenta su proyecto de viajar a Berlín Oeste a aprender alemán, Jorge repetirá C.O.U., Marina tiene claro que lo suyo son las Matemáticas, Sara se dedicará al Arte, Jesús seguirá en la carpintería de su padre…
El accidente

miércoles, 19 de enero de 2011
Con todo el mar
No hay nada más sombrío que una noche de mar sin luna, ni más triste que una embarcación navegando clandestina sin escuchar el chapoteo de los remos en la superficie del agua. Cierro los ojos porque no quiero contemplar como se diluyen las luces a popa. Mi madre y mis hermanos ya me esperan. El patrón nos dice que el viaje será corto. Apretados, quince viajeros nos acomodamos en la barca. A mi lado se sienta la mujer embarazada; dos más, acunan a sus bebés como pueden, el resto somos jóvenes ghaneses. Las primeras horas busco las constelaciones que descubrí en la aldea y que no contemplo desde que nos trasladamos a la ciudad.
El amanecer despunta por el horizonte, donde pronto llegaremos; y el sol se iza hasta caer furioso sobre nosotros. Los niños lloran sin parar y el zarandeo, primero, y los golpes del viento contra las olas, después, comienzan a subir y a bajar nuestros desiertos estómagos hasta la náusea.
El agua dulce caliente sabe a gasóleo y lo que en un principio era cosa de dos lunas se fue alargando a cinco despiadados soles. Para entonces, el último chocolate derretido va a parar a los niños y el resto nos observamos como leones antes de saltar sobre la presa, como si cada uno ocultásemos un pequeño tesoro de provisiones. La fiebre, la deshidratación, el horizonte que nunca se acerca va minando a los más débiles y al sexto día, dos hombres caen a babor. Apoyo la cabeza en el borde de la barca porque ya apenas me sostengo. Ya no escucho voces, ni gritos, ni llanto; sólo el rugido lejano del motor. Creo ver diminutos lunares luminosos, sueño, tal vez, sueño. Recupero las últimas imágenes con mis hermanos rescatando hierro entre las toneladas de materiales rotos que nos envían los del primer mundo. Separando neveras inservibles, computadoras acabadas, televisores sin canales…apilados en decenas de hogueras derritiendo el plástico para sacar el metal. Desparramados por el viejo y, ya ausente, cauce del río, donde un día navegué con mi abuelo. Allí, una tarde, me prometí alcanzar Europa, donde todo este cementerio de artefactos inútiles, se puede adquirir en pleno funcionamiento. Sólo tenía que llegar. El fogonazo de los primeros rayos de la mañana y un griterío alejado, y al mismo tiempo, ruidoso me despiertan. A escasos sesenta metros descubro unas rocas junto a una playa desde la que unos bañistas bracean y parecen indicarnos que nos lancemos al agua. Algunos obedecen y se tiran sin más, los veo chapotear, hundirse, volver a salir a la superficie y desaparecer definitivamente. Todos abandonan la embarcación. Intento zambullirme, pero mis manos se agarran desesperadamente. No sé lo que me ocurre, lo intento una vez más pero para entonces, ya es tarde. Una sigilosa corriente me aleja de una tierra de donde emerge una inmensa montaña. La elevación queda atrás y aquí estoy, frente al mar, en medio del mar, con todo el mar.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)