Sólo recuerdo dos luces que se abalanzan imparables sobre mí. Después, escucho voces y un sonido agudo envuelto en una nebulosa que huele a hierros retorcidos, gasolina y neumáticos. Quiero moverme pero mi cuerpo me desobedece. Giro la cabeza, a un lado y a otro, buscando algo conocido o familiar y, me encuentro un fragmento de sol resbalando por la pared, proveniente de una ventana lateral. Intento llamar a alguien pero una máscara de goma me cubre la boca. Descubro todos estos aparatos, llenos de cables, luces verdes y destellantes. Pantallas en las que se refleja una gráfica como las cotizaciones en bolsa. Y un sonido agudo y constante. Del colchón salen vías transparentes que conducen líquidos amarillos y rojos. Una mujer irrumpe vestida de azul cubierta por una mascarilla sobre la que destaca sus ojos con una línea negra. Me mira como quien observa la evolución de un cultivo en un laboratorio. Parece revisar los mecanismos ruidosos que me rodean y golpea, suavemente, con un dedo un bote cristalino que destila una gota que desciende lentamente. Y se va. Mi marido levanta los brazos y apoya las manos al otro lado de la pared de cristal. La enfermera se acerca con unos papeles, él gesticula y ella niega con la cabeza varias veces. No sé el tiempo que transcurre pero Andrés entra con una bata verde y un gorro del mismo color. Me contempla y no me dice nada. Intento, de nuevo, balbucir que me cuente qué ha sucedido pero mis ojos no son suficientes para elaborar un lenguaje comprensible. Se aleja y me desespero por conminarle a que retorne y, por fin, parece oírme. Se vuelve, esta vez lía mi mano entre sus manos y me habla, sé que he hecho lo que a ti te hubiera gustado y he firmado para la donación de todos tus órganos. Me besa en la frente. Cuando se aleja observo el monitor que está a mi derecha y una línea musgo repta por una escarpada orografía de puntos rojos que suben y descienden como valles. Al otro lado del muro transparente la enfermera de ojos perfilados se acerca a Andrés, le besa en los labios y desaparecen de mi campo de visión
que fuerte!!pensar que a cualquiera le puede pasar!!
ResponderEliminarMuy bueno!
Gracias por leerme y comentarme, estoy leyendote de a poco y es muy disfrutable!!
Aquí en Uruguay tamos en pleno verano así que en un abrazo te mando un poco de nuestro calor!!
Patricia, aquí se siente el calor de Uruguay, el Uruguay que sólo conozco por Benedetti, Galeano, Onetti, Héctor Quiroga, Daniel Viglietti, nuestra historia común de emigraciones, de ti, y llega y lo transmites y yo feliz de ir allá y que vengas acá.
ResponderEliminarUn abrazo