La mar se fue. A un lado fulgen las piedras tersas como la piel de un bebé, al otro, la arena empapada que escapa de las olas, y seca y voladiza la más cercana al malecón. Apago las luces de la terraza y me dispongo a esperarla con la copa de cava en la mano. El parto se inicia en el horizonte, llega en forma de cuña amarilla sangrante. La superficie rugosa del mar se queda al descubierto a medida que la luna escala el cielo, sin prisa, nunca en vertical, desplazándose hacia el oeste como si naciera cansada y ya quisiera tumbarse a un lado. Desplegada y después de diluir las estrellas de su alrededor, ilumina el teléfono que yace moribundo pero expectante. El mar al fondo, abierto como un vestido beige de Ginger Rogers en el instante de elevar un paso de baile en la oscuridad. La ciudad, en medio, con sus edificaciones satinadas de gris y picadas de cuadraditos luminosos y discontinuos como fogatas cubistas en la noche de San Juan. Y la llamada en silencio. Él, sentado junto a ella, bajo los cambiantes destellos de la proyección.
Marta embebida cada vez que Humphrey Bogart aparece en la pantalla, Ricardo a la espera que la niebla difumine la última escena y el rugido de los motores del avión lo acerque a mí; y Sam empeñado en repetir la vieja melodía de París. El teléfono vibra, se abrillanta, es su número. Viene, ya vienen. Ahora él la ayuda a colocarse el abrigo sobre los hombres y ella se arrebuja entre sus brazos y él debe simular y atrae su cintura. Ella lo tiene, yo lo espero.
Después comenzará la otra película. Nos besaremos delante de Marta en la mejilla; deslizará su mano suavemente por mi espalda, en un mensaje secreto, críptico, que contiene una frase que sólo yo puedo descifrar. Serviré el espumoso casi helado. Marta tomará su copa, se la acercaré a Ricardo y mis dedos quedarán atrapados entre el cristal y los suyos, que resbalarán como una caricia perceptible solo para mí. Y mientras Marta entusiasmada, nos recordará que su escena preferida es donde los protagonistas, asomados a la ventana, camuflan las detonaciones que anuncian la invasión de París como latidos desatados en el interior del pecho de Ilse, la mirada de Ricardo, resuelta en pleamar, anegará mis ojos, y los míos humedeciéndose en los suyos cuando recorra la piel de mi cara y surque mis labios, como si todos los encuentros furtivos se dieran cita en ese instante, y Marta tarareará la banda sonora, y nos dará la espalda, y contemplará la ciudad, y el mar envolviéndola en esta noche clara.
Marta embebida cada vez que Humphrey Bogart aparece en la pantalla, Ricardo a la espera que la niebla difumine la última escena y el rugido de los motores del avión lo acerque a mí; y Sam empeñado en repetir la vieja melodía de París. El teléfono vibra, se abrillanta, es su número. Viene, ya vienen. Ahora él la ayuda a colocarse el abrigo sobre los hombres y ella se arrebuja entre sus brazos y él debe simular y atrae su cintura. Ella lo tiene, yo lo espero.
Después comenzará la otra película. Nos besaremos delante de Marta en la mejilla; deslizará su mano suavemente por mi espalda, en un mensaje secreto, críptico, que contiene una frase que sólo yo puedo descifrar. Serviré el espumoso casi helado. Marta tomará su copa, se la acercaré a Ricardo y mis dedos quedarán atrapados entre el cristal y los suyos, que resbalarán como una caricia perceptible solo para mí. Y mientras Marta entusiasmada, nos recordará que su escena preferida es donde los protagonistas, asomados a la ventana, camuflan las detonaciones que anuncian la invasión de París como latidos desatados en el interior del pecho de Ilse, la mirada de Ricardo, resuelta en pleamar, anegará mis ojos, y los míos humedeciéndose en los suyos cuando recorra la piel de mi cara y surque mis labios, como si todos los encuentros furtivos se dieran cita en ese instante, y Marta tarareará la banda sonora, y nos dará la espalda, y contemplará la ciudad, y el mar envolviéndola en esta noche clara.
Suena el timbre. La luna ya se ha vuelto discreta y comparte el cielo sin apenas llamar la atención. Me pongo la sonrisa afectiva, entrañable, familiar para recibir a mi hermana Marta y su marido.
Precioso relato amiga,donde se funde la ficción y el deseo,cercanos y lejanos ambos de una realidad,que los acoge,los observa y los deja ser en el tiempo...
ResponderEliminarMuy buena y sugerente "la otra película",que camina a la par de aquélla que perdura con visos de eternidad.
Mi felicitación y mi abrazo grande,amiga.
M.Jesús
Dos ficciones paralelas. Me gusta la idea.
ResponderEliminarBesos Felicidad.
Las películas de números impares suelen acabar en epílogos de lágrimas.
ResponderEliminarMe encanta como has calibrado la trama de este relato, con una gradación ascendente que se condensa de manera magnífica en la última frase del texto.
Las descripciones del comienzo me han parecido puro virtuosismo que ralentizan esa trama y son el punto de inicio para la gradación que te comentaba.
En definitiva, excelente, Felicidad.
Estoy encantada de leerte a ti y a tus espléndidas musas.
Un fuerte abrazo.
María Jesús, sí, la realidad y la ficción muchas veces se solapan, y no deja de ser el visor óptico o el punto de vista desde el que enfoquemos, el que nos dé una versión, no siempre certera pero, a veces, es la que queremos contemplar. Casablanca fue un buen pretexto para abordar esas dobles vidas.
ResponderEliminarEncantada de que pases por aqui.
Un abrazo
Rosalía, la verdad es que una, la película que sí se rodó y es ya un clásico, aborda una relación compleja, de amores, ideas, lucha, traiciones en un mundo convulso pero me vale para tratar el amor, la infidelidad, la mentira,la simulación desde el punto de vista de "la otra".
ResponderEliminarGracias por leerme.
Un abrazo
Marisa, es un lujo contar con tu visión, es exacta la apreciación que haces. Pretendí reflejar ese tiempo que transcurre en una espera y que no se corresponde con el cronómetro convencional. Cuando se aguarda a alguien deseado, los minutos se transforman en horas, horas que parecen arrastrar enormes bolas de hierro que hacen interminable el espacio que media hasta el encuentro.
ResponderEliminarFeliz de leerte en tu blog y en este Café literario.
Un abrazo
OOye! ¿Sabes que escribes muy bien? Me ha gustado mucho este brevísimo relato. Mucho. Intentaré ir leyéndote, cuando pueda.
ResponderEliminar¡Saludos!
Ariodante, eres muy amable en tu comentario. Me alegra que pases por aquí y que te sientas bien, serás siempre bienvenida
ResponderEliminarUn abrazo
Felicidad, vengo a agradecer tus palabras. Me honras. Tendría que repetir cada una de las palabras que me dejaste porque no encuentro otras que puedan definir a tu blog.
ResponderEliminarGracias por visitarme, por dejar tu huella, eres siempre bienvenida. Te sigo a partir de hoy, para estar cerca.
Recibe un abrazo
Hija de mi alma, que facilidad tienes para crear historias, que maravilla, te felicito y te mando un abrazo desde Caracas.
ResponderEliminarUn sugerente ficción
ResponderEliminarcompartida con la realidad.
Me dan pena estas historias,
en las que se valora tan poco
el amor fraterno
ante la embestida del sexo.
Cinzia, agradezco que pases por mi blog y que podamos compartir el noble y arduo oficio de escribir y la gratificación de leer. Es un honor y una alegría.
ResponderEliminarUn abrazo
María, gracias por tu amable comentario y tus generosas apreciaciones. Disfruto mucho acercándome cada post a tu blog ciertamente interesante.
ResponderEliminarUn abrazo desde Canarias a Venezuela
Teresa, sin generalizar, hay un protopipo de persona bastante propensa a obtener una felicidad inmediata, total, a costa de lo que sea y de quien sea, más allá de cualquier otro planteamiento ético.
ResponderEliminarBienvenida a mi blog, feliz de que trasites por este Café literario.
Un abrazo
Que los límites entre realidad y ficción son difusos... que la llamada realidad generalmente es tanto o más dramática que la película más trágica, que las pasiones y la fragilidad humana son clásicos del arte y de la vida... que este texto está bien escrito... y que me alegra mucho contar contigo en mi blog y visitar el tuyo.
ResponderEliminarMis besos!
Esa película te hará llorar a moco tendido.
ResponderEliminarHistorias paralelas que buen recurso.
Vego a agradecete la huella que has dejado en mi blog y si me dejas, a hacerte compañía
Besitos
Gracias por tus palabras,amiga.
ResponderEliminarMi abrazo inmenso y feliz fin de semana.
M.Jésús