El aire licuado que empuja el viento me golpea la cara. Tal vez, esta tarde no debí adentrarme en el bosque. La llovizna intermitente, el suelo mojado que detiene mi marcha, y me hace retroceder y bordear el sendero, y tomar un atajo peligroso. ¿Y si regreso a casa? No, no soporto otro anodino día, desertando de libros, dormitando ante el televisor, aguardando a la noche apostada detrás de la ventana. No puedo esperar a Jorge, nunca está dispuesto a acompañarme, y necesito retarme, y conocer hasta dónde soy capaz de llegar, o qué puedo hacer por mí misma. Las ramas crispadas me sobresaltan, mejor me doy la vuelta. Bien pensado sería una pena, ya estoy muy cerca del lago. Si no fuera por esta neblina que cubre todos los espacios ya lo tendría a golpe de vista. Siento cada vez más frío, no es suficiente la manta que me he puesto por encima. El sonido de las hojas húmedas trituradas por las ruedas, después de dos años desde el accidente, me sigue resultando ajeno, extraño, me es más reconocible el que surgía bajo mis botas de senderista. Me gusta contemplar la lluvia ahogándose en la superficie del lago. La rampa que me construyó Jorge para subir a la plataforma está resbaladiza, el carro va hacia atrás, no es posible que haya llegado tan lejos y no me pueda subir.
Tercer intento, las manos ateridas no me ayudan, ya, ¡por fin! La madera empapada también emite otra música. ¡Cuántas novedades en una tarde! Estoy calada hasta el alma. Hace tanto tiempo que no nado. ¿Si me lanzo y doy unas brazadas? ¿Qué podría sentir?, el agua dulce no mece como el agua salada y las piernas solo son adornos. El lago, picoteado por la lluvia, parece extenderse invitándome a que me sumerja. Tengo la oportunidad de experimentar algo desconocido, algo que probablemente me saque de esta apatía. Si chapoteo, podría calibrar mis fuerzas, lucharía a brazo partido por mi vida antes de que el lago me colmara de su líquido y entonces algo tendría sentido, o no. Tal vez me abandone, me deje seducir por las promesas del fondo oscuro y sin penas. Esta tarde otoñal lía mis pensamientos. Solo quiero llegar al final del pantalán y lanzarme a nadar, veinte o treinta metros, y regresar, y encaramarme sobre las tablas y tumbarme boca arriba, levantar levemente la cabeza y comprobar que las piernas obedecen de nuevo mis órdenes. El lago gris, como cualquiera de mis últimos días, se va volviendo albino, la niebla lo cubre como una delicada tela de araña, la visibilidad se reduce y mis deseos de escuchar mi cuerpo impactando en el agua se me hace incontenible. Me aproximo al borde, solo tengo que proyectarme hacia delante y la silla de ruedas quedará atrás. Lo pienso, lo tengo todo, la decisión, el lago abajo esperándome, deshacerme de la silla que me enclaustra. Las nubes abren sus compuertas para que la lluvia descanse en el lago; noto como la tarima se estremece bajo los pasos firmes y a zancadas de Jorge. Está a mi espalda, apoya sus manos cálidas sobre mis hombros y me dice que cuando mejore el tiempo nadaremos juntos.
Tercer intento, las manos ateridas no me ayudan, ya, ¡por fin! La madera empapada también emite otra música. ¡Cuántas novedades en una tarde! Estoy calada hasta el alma. Hace tanto tiempo que no nado. ¿Si me lanzo y doy unas brazadas? ¿Qué podría sentir?, el agua dulce no mece como el agua salada y las piernas solo son adornos. El lago, picoteado por la lluvia, parece extenderse invitándome a que me sumerja. Tengo la oportunidad de experimentar algo desconocido, algo que probablemente me saque de esta apatía. Si chapoteo, podría calibrar mis fuerzas, lucharía a brazo partido por mi vida antes de que el lago me colmara de su líquido y entonces algo tendría sentido, o no. Tal vez me abandone, me deje seducir por las promesas del fondo oscuro y sin penas. Esta tarde otoñal lía mis pensamientos. Solo quiero llegar al final del pantalán y lanzarme a nadar, veinte o treinta metros, y regresar, y encaramarme sobre las tablas y tumbarme boca arriba, levantar levemente la cabeza y comprobar que las piernas obedecen de nuevo mis órdenes. El lago gris, como cualquiera de mis últimos días, se va volviendo albino, la niebla lo cubre como una delicada tela de araña, la visibilidad se reduce y mis deseos de escuchar mi cuerpo impactando en el agua se me hace incontenible. Me aproximo al borde, solo tengo que proyectarme hacia delante y la silla de ruedas quedará atrás. Lo pienso, lo tengo todo, la decisión, el lago abajo esperándome, deshacerme de la silla que me enclaustra. Las nubes abren sus compuertas para que la lluvia descanse en el lago; noto como la tarima se estremece bajo los pasos firmes y a zancadas de Jorge. Está a mi espalda, apoya sus manos cálidas sobre mis hombros y me dice que cuando mejore el tiempo nadaremos juntos.
muy bonito el post
ResponderEliminarExcelente relato.
ResponderEliminarLa descripción del bosque, del lago, el cielo gris, el frío... y esa firme y valiente desición que tenemos en ocasiones para cambiar aunque sea por un momento la rutina del día!
Abrazos Felicidad, un gusto haberte encontrado!
Tus descripciones son muy visuales y transportas al lector a la escena que tú deseas.
ResponderEliminarBesos Felicidad.
He seguido con verdadero interés y estupefacta tus pasos hacia ese lago. Las imágenes que has creado hasta llevarme a la orilla de esas aguas son magníficas, Felicidad. No solo tus descripciones son realmente plásticas sino que, esta vez en la trama te has superado, amiga. Es perfecta. Además de un desarrollo coherente de pistas y datos minimalistas que aportan al lector la información más que suficiente de ese accidente y esa convalecencia en una silla de ruedas. Además de esto, la prolepsis que haces en la mitad del relato para adelantar en este caso, no acontecimientos, sinos deseos que van a suceder por la mente de la protagonista es maravillosa desde el punto de vista poético y significativo:
ResponderEliminar"Me gusta contemplar la lluvia ahogándose en la superficie del lago"
Con esta imagen que me ha parecido de impresionante belleza, ya nos estás adelantando de forma poética acontecimientos o pensamientos posteriores que van a desarrollarse: el deseo de Ella se "ahogarse" en ese lago.
No quiero abusar de tu espacio, Felicidad, solo quiero añadir que tu relato es una joyita, que da gusto leer textos tan elaborados y sólidos. Mi enhorabuena.
Un beso.
Taio, gracias por continuar visitando este Café literario y tener la amabilidad de leerme y comentar los relatos.
ResponderEliminarUn abrazo
Adriana, sí creo que en las pequeñas cosas, pueden esconderse grandes acontecimientos. En este caso la protagonista se adentra por un paisaje aparentemente hostil por sus particulares circunstancias físicas y emocionales.
ResponderEliminarEncantada que me leas y que vengas de ese gran Buenos Aires a este modesto Buenos Aires. Gracias
Un abrazo
Rosalía, tú sabes que esto de escribir entraña muchas dificultades y una, de tantas, es hacer partícipe al lector del relato desde dentro y que contemple, desde su experiencia y circunstancias, aquello que el escritor quiere mostrarle.
ResponderEliminarGracias por estar siempre ahí.
Un abrazo
Marisa, a los que hemos sucumbido a la adicción dura y solitaria de la escritura y la literatura, a esa travesía que iniciamos cada vez que nos enfrentamos a un nuevo relato, poema, novela, etc., renunciando a tanto, por momentos de soledad pura para moldear palabras, frases y con ellas construir universos, personajes y tramas; una de las compensaciones más importantes es que te lean, la segunda que, de alguna manera, aquello que has construido literariamente llegue y lo tercero es que alguien entre en tu escrito, lo observe detenidemante y lo analice. Si obviamos lo generosa que eres conmigo, para mí es un auténtico lujo contar con tu talento, esa capacidad para captar lo que a veces no escribo pero que está invisible en la historia y esa magnífica prosa con la que comentas. Me alegra que te haya gustado y sí, detrás hay trabajo, no conozco la inspiración, al menos nunca me he tropezado con ella.
ResponderEliminarMe siento muy honrada con tu presencia en mi blog y el espacio que empleas para comentar siempre se me hace corto.
Amiga un abrazo
Felicidad, me ha encantado el relato, tu capacidad de síntesis, tus bellas imágenes con las que vas construyendo, dando forma y cuerpo, haciendo que el lector, como la protagonista,sigan el proceso de vivencia y evolución.
ResponderEliminarSiempre es un gusto leerte, amiga.
Un fuerte abrazo desde Caracas
María, intento contar una historia en la que el lector pueda transitar con ciertas indicaciones y, en este caso, que trama y portagonista vayan al unísono. Lo demás ya es criterio del lector.
ResponderEliminarUn lujo contar con tu visita y amable comentario desde Caracas.
Un abrazo
GRACIAS FELICIDAD POR VISITARME, YA ESTOY MEJOR.
ResponderEliminarCON TIEMPO VOY A LEER TU RELATO.
TE MANDO BESITOS
CARIÑOS
Me gusta tu relato,la atmósfera cargada de sentimientos del comienzo me encanta; tristeza, añoranza, decisión; son palabras que me asaltan al leer el texto. Me transporta a la situación. El final impacta; veo la imagen de una mujer plena de dudas, flirteando con pensamientos de suicidio y sacándola de su ensoñación maldita una mano esta vez amiga.
ResponderEliminarHOLA FELICIDAD
ResponderEliminarINTELIGENTE TRAMA.
EL RELATO NOS LLEVA SOLO HACIA EL FINAL ENTRALAZANDO IMÁGENES VISUALES QUE NOS AYUDAN A CREAR EL ESPACIO DESEADO, COMO UNA FORMA DE FOTOGRAFIAR EL MENSAJE QUE NOS DEJA.
BESITOS
Valandan, en situaciones límite no siempre se está solo, aunque la propia niebla nos oculte el entorno. Los pensamientos, dudas, emociones, decisiones que asaltan al personaje en su soledad frente a la adversidad, son diversos pero, tal vez, al final de todo basta con una mano amiga para seguir luchando.
ResponderEliminarGracias por tu comentario
Un abrazo
Luján, me alegra mucho que ya estés recuperada y el paso por este Café literario y la reanudación de la actividad en tu magnífico blog así lo confirman.
ResponderEliminarPara mí es un lujo que me leas y me comentes.
Gracias.
Un abrazo
Hola Felicidad, me encantó este cuento de invierno! Todo el relato es maravilloso aunque esos demonios que la tientan... por suerte aparecio Jorge, el angel que la sostiene.
ResponderEliminarCarolina, los pensamientos en situaciones límites suelen sobrevolar por territorios peligrosos pero, a veces, basta una sonrisa, una palabra, un gesto cómplice para que todo se vuelva menos nebuloso.
ResponderEliminarAmigra, gracoas por pasarte por el Café literario.
Un abrazo
Bonito blog que acabo de descubrir.
ResponderEliminarSaludos.