Mathew vestía muy extravagante para su época. Portaba trajes oscuros de raya diplomática, pantalones de pinzas, anchos de pernera pero ajustados al tobillo con la vuelta hacia afuera, chaqueta cruzada y pañuelo asomando por el bolsillo superior, camisa blanca y corbata de seda a rayas o a lunares. Su pelo, rubio y liso, permanecía atrapado bajo densas capas de gomina, invencible a cualquier ataque de brisa o viento que se atreviera a sobrevolar su cabeza. En invierno lo cubría con un sombrero borsalino negro, ligeramente ladeado, al estilo de Robert Mitchum, y en verano lo sustituía por un panamá. Los zapatos, siempre de cordones, eran bicolor: negro-blanco o blanco-marrón. Y un cigarrillo, encendido o apagado, colgando de la comisura de los labios. Mathew nunca estuvo contento con su origen, no perdonaba a sus padres, ni a sus abuelos, ni al conjunto de sus antepasados que no hubieran sido extranjeros. Sólo le consolaba pensar que al nacer en las Islas Canarias, en algún momento del siglo XVI o XVII, los fundadores de su estirpe proviniesen de tierras umbrosas y lejanas. Su piel rosácea y el centeno de su cabello lo acercaban a anglosajones, nórdicos, o alemanes, aunque fotos antiguas y documentos de archivos civiles y parroquiales lo desmentían.
Mathew era contable de una agencia de aduanas y cuando se hartaba de las tediosas sesiones de tablas numéricas, mercancías importadas, impuestos de arbitrio y otras cargas fiscales, sus pensamientos se precipitaban, través de los ventanales, y se anclaban en los barcos fondeados en el puerto, dispuestos a zarpar a los Canary Wharf de Londres, a Cádiz, a La Guaira o a Nador.
Un día de debilidad le confesó a su compañera de oficina Dácil su deseo de vivir cada año en ciudades distintas, de países diferentes, y ésta le respondió que para viajar se requería mucho dinero pero que si quería navegar por unas pesetas, sólo tenía que comprar libros, Mateo –le aconsejó- lee, que tragando tinta también se llega lejos.
Mathew, esa tarde, acudió a una papelería cercana y adquirió un número importante de frascos de tinta china Pelikan. Sacó del aparador una vieja copa de coñac y la rellenó del negro humo disuelto en la pegajosa resina de goma arábiga. Abrió la novela del filme Out of the past, y sorbió como quien paladea un whisky nacido a orillas de río Spey. La zangoloteó de un extremo a otro de la boca, anegando toda la cavidad de una textura ligeramente oleosa y de un sabor híbrido entre dulce y ácido. Lo peor vino después, cuando descendió por el tracto digestivo hasta hundirse en la ciénaga del estómago. Regó la mirada por la estancia y todo permanecía igual. Así que, a pesar de que comenzaba a sentir un ligero malestar, continuó tragando tinta, pues sospechaba que el mundo exterior acechaba ya por las proximidades de su hogar.
Mathew, rodeado de la noche picoteada por las luces de la ciudad, se vio dando pasos cortos, de ida y vuelta, en el interior de una habitación del hotel Pensilvania o Astoria de Nueva York, o el Bel Air de Los Ángeles, con una pistola colt de empuñadura nacarada, enfundada bajo la chaqueta, justo en las inmediaciones del corazón. Observaba, intermitentemente, un teléfono negro de marcación giratoria. Una atmósfera de muselina impregnaba el lugar, provenía del humo del cigarrillo que se escapaba entre los labios escarlata de una mujer de melena rubia o pelirroja, no podía concretar el color por la turbidez de la luz que penetraba laminada por la persiana. Sentada en un sillón orejero de piel mullida, las piernas cruzadas y tan largas que, cuando se llegaba al comienzo de las zapatillas de charol, se tenía la sensación de haber recorrido la ruta 66 en vertical. Sus miradas se cruzaron fugazmente cuando sonó el timbre y ella descolgó el aparato, pareció asentir, una nueva calada, un ok my darling, y le pasó el auricular a Mathew. Ella, rápidamente, extrajo de su bolso un pequeño revolver que descargó por completo en el estómago de Mathew. Él, cayó sobre la moqueta transido por el dolor de las balas y la herida mortal de la traición. Desde el suelo descubrió en blanco y negro, después de ascender por las piernas que se elevaban sobre interminables tacones de aguja, el rostro burlón y sonriente de Dácil.
Mathew era contable de una agencia de aduanas y cuando se hartaba de las tediosas sesiones de tablas numéricas, mercancías importadas, impuestos de arbitrio y otras cargas fiscales, sus pensamientos se precipitaban, través de los ventanales, y se anclaban en los barcos fondeados en el puerto, dispuestos a zarpar a los Canary Wharf de Londres, a Cádiz, a La Guaira o a Nador.
Un día de debilidad le confesó a su compañera de oficina Dácil su deseo de vivir cada año en ciudades distintas, de países diferentes, y ésta le respondió que para viajar se requería mucho dinero pero que si quería navegar por unas pesetas, sólo tenía que comprar libros, Mateo –le aconsejó- lee, que tragando tinta también se llega lejos.
Mathew, esa tarde, acudió a una papelería cercana y adquirió un número importante de frascos de tinta china Pelikan. Sacó del aparador una vieja copa de coñac y la rellenó del negro humo disuelto en la pegajosa resina de goma arábiga. Abrió la novela del filme Out of the past, y sorbió como quien paladea un whisky nacido a orillas de río Spey. La zangoloteó de un extremo a otro de la boca, anegando toda la cavidad de una textura ligeramente oleosa y de un sabor híbrido entre dulce y ácido. Lo peor vino después, cuando descendió por el tracto digestivo hasta hundirse en la ciénaga del estómago. Regó la mirada por la estancia y todo permanecía igual. Así que, a pesar de que comenzaba a sentir un ligero malestar, continuó tragando tinta, pues sospechaba que el mundo exterior acechaba ya por las proximidades de su hogar.
Mathew, rodeado de la noche picoteada por las luces de la ciudad, se vio dando pasos cortos, de ida y vuelta, en el interior de una habitación del hotel Pensilvania o Astoria de Nueva York, o el Bel Air de Los Ángeles, con una pistola colt de empuñadura nacarada, enfundada bajo la chaqueta, justo en las inmediaciones del corazón. Observaba, intermitentemente, un teléfono negro de marcación giratoria. Una atmósfera de muselina impregnaba el lugar, provenía del humo del cigarrillo que se escapaba entre los labios escarlata de una mujer de melena rubia o pelirroja, no podía concretar el color por la turbidez de la luz que penetraba laminada por la persiana. Sentada en un sillón orejero de piel mullida, las piernas cruzadas y tan largas que, cuando se llegaba al comienzo de las zapatillas de charol, se tenía la sensación de haber recorrido la ruta 66 en vertical. Sus miradas se cruzaron fugazmente cuando sonó el timbre y ella descolgó el aparato, pareció asentir, una nueva calada, un ok my darling, y le pasó el auricular a Mathew. Ella, rápidamente, extrajo de su bolso un pequeño revolver que descargó por completo en el estómago de Mathew. Él, cayó sobre la moqueta transido por el dolor de las balas y la herida mortal de la traición. Desde el suelo descubrió en blanco y negro, después de ascender por las piernas que se elevaban sobre interminables tacones de aguja, el rostro burlón y sonriente de Dácil.
Un desenlace inesperado para una historia atrapante. Lástima que Mathew no tuvo capacidad de reacción, pero a veces, así es la vida.
ResponderEliminarUn abrazo Felicidad.
Vida y literatura viajando en el mismo tren que deja atrás ese humo de su billete de ida. Vida y literatura siempre compañeras de las mismas gestas, siempre cómplices de esos viajes a las inmediaciones de la imaginación, del corazón.
ResponderEliminarTu literatura hoy me ha hecho viajar a un magnífico fotograma en blanco y negro, con sombreros ladeados y trajes ocultando una colt, vestidos ajustados y joyas mientras suena de fondo un trompetista de jazz, muselinas que llegan a la fiesta, humo de cigarros dibujando esa noche gris...
Tu literatura tiene la capacidad de hacer soñar, Felicidad.
Como siempre, excelente.
Un beso.
Me fascino la descripciòn minuciosa de Mathew, su cabello, la forma de llevar el sombrero, el cigarro... lo fui disfrutando como un film, saboreando cada detalle.
ResponderEliminarY el final tràgico, tal vez una vendeta o la sutil trampa en que se vieron envueltos?
lo cierto es que me atrapò totalmente, pues mes has llevado de la mano (en este caso mis ojos) por una trama estupenda.
Excelente Felicidad, abrazos.
Felicidad hoy me he sentido rodeada de la atmosfera turbia por el humo de los pitillos y el blanco y negro de aquellas películas de antes esas donde las chicas malas llevaban falda lápiz y medias con raya y sacaban de su bolso diminutas pistolas para matar amantes ingratos
ResponderEliminarMe ha encantado.
Un beso amiga
Que lastima que Mathew nunca pudiera llegar a conocer, en realidad, el puerto de la Guaira,seguramente le hubiera enamorado el color de las aguas turquesas, y los vientos cálidos que soplan por aquí.
ResponderEliminarMe encantó tu relato, lo disfruto mucho en estas tardes de domingo.
Un abrazo bien grande, amiga.
HOLA AMIGA!!
ResponderEliminarMUY, MUY BUENO!!!!
ME ENCANTA TU ESTILO, TU CAPACIDAD PARA LLEVARNOS POR LOS MÁS VARIADOS AMBIENTES Y PARA INYECTARLE UN ATRACTIVO RITMO AL RELATO HACIÉNDOLO REALMENTE ATRAPANTE...
UN BESO ENORME!!!
PAT
Qué facilidad para, en unos párrafos, ser capaz de que bebamos tanta tinta. Me gusta la idea del viaje literario, al fin y al cabo cada vez que lees una novela, vives dos veces. Y, por cierto, posees una muy delicada forma de describir, amable y poco fingida, me encanta.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo
Felicidad,de nuevo nos sorprendes.El protagonista trata de buscar nuevas aventuras a través de la letura,olvidando que la vida real es toda una aventura,que en esta ocasión le lleva inesperadamente al más allá.
ResponderEliminarMi felicitación por tu maestría y capacidad para girar la historia 180º.
Mi abrazo inmenso y feliz semana,amiga.
M.Jesús
Hola Felicidad,
ResponderEliminaracabo de emerger de un fabuloso guion de cine negro; con personajes atormentados y socialmente inadaptados, con mujeres perversas que reflejan el conflicto interno de los personajes. Todo envuelto en una atmosfera de ambigüedad moral.
El magnifico cuento -tan bien resuelto y de lenguaje tan cuidado- me sumergio por un momento en la neurotica decada del 40.
Gracias por estos buenos momentos, un fuerte abrazo.
Mariela, creo que a Mathew la niebla del cigarrillo le impidió ver la realidad y la vida y en muchas ocasiones se juega en fragmentos de segundo.
ResponderEliminarAgradezco, amiga, tu paso semanal por el blog.
Un gran abrazo
Marisa, el relato está inspirado o sugerido de alguna manera,aunque no tenga nada que ver, con una de mis películas míticas y, desde mi punto de vista, mejores del cine negro americano como es "Retorno al pasado". El género del cine negro, especialmente el de los añs cuarenta del siglo pasado,es literatura en estado cinematográfico, se percibe con claridad en el contenido de los guiones y en las imágenes, símbolos y métaforas de traiciones, amores, deslealtades, etc.
ResponderEliminarMarisa, gracias por la generosidad de tus comentarios.
Un gran abrazo
Adriana, sí, tienes razón, he intentado plasmar en el relato un ambientación cinematográfica de cine negro, ya que a este género está dedicado "Tinta negra". Así que he construido dos personajes que reflejen a los que tantas veces hemos admirado en la gran pantalla.
ResponderEliminarAgradezco mucho tus opiniones.
Un enorme abrazo
40añera, el próposito de mi relato era dar un paseo por los años cuarenta y que quienes se acercaran a leerlo también se introdujeran de lleno en la atmsófera nebulososa y bicolor de esa época y si, además, añadimos unas dosis de nostalgia mucho mejor.
ResponderEliminarGracias por los amables comentarios.
Un fuerte abrazo
María, sí, Mathew perdió la hermosa oportunidad de subir a un barco de los que fondeaban en el puerto y partir, sin más, a La Guaira, pero creo que su autora algún día singlará en busca del puerto que el protagonista no alcanzó.
ResponderEliminarAmiga, gracias por venir desde Caracas a este puerto.
Un gran abrazo
Patricia, me gusta que el lector acuda conmigo a todas las escenas e, incluso, que tenga más puntos de vista de la trama que la autora. No siempre se logra. A veces me preguntan por lo qué pasó con este o áquel personaje después del témino de la historia y creo que ese caso el lector posee más datos que los que pueda tener quien escribe.
ResponderEliminarMuchas gracias por venir al Café literario y comentarme.
Un fuerte abrazo
Aníbal, Emily Dickinson decía que para viajar no había mejor nave que un libro, hasta el punto que esta poeta estadounidense del siglo XIX, entre cientos de poemas escribió uno dedicado a El Teide (Tenerife) y apenas salió de su casa. La liteartura amigo, entre otras, tiene esta grandeza.
ResponderEliminarGrancias Aníbal por pasar por el Café literario
Abrazos
María Jesús, la literatura nos lleva en muchas ocasiones a habitar mundos paralelos y en casos especiales a no saber delimitar realidad de ficción. Intenté que el final tuviera cierto efecto cinematográfico.
ResponderEliminarMuchísimas gracias por todo y por acudir cada semana a este blog.
Un fuerte abrazo
Carolina, sí, la propuesta de este relato era viajar, muy someramente, por el cine negro de la década de los cuarenta. Ambientarlo y dotarlo de cierta nebulosa cinematográfica y si el lector se sentía con deseos sumergirse en esa atmósfera por unos minutos.
ResponderEliminarCarolina, muchas gracias por tu amabilidad.
Un abrazo enorme, amiga
Has sabido crear un ambiente y una intriga que atrapan al lector. Estupendo texto.
ResponderEliminarsaludos
QUE RELATO AMBIENTADO EN UNA DECADA TAN SINGULAR Y ESPECIAL, TAN MARCADA POR LAS SECUENCIAS CASI FILMICAS DE TU RELATO.
ResponderEliminarRECUERDO LAS PELÍCULAS, EL PERSONAJE DISCONFORME CON SU VIDA RODEADO DEL HUMO DE SU CIGARRO Y ESE FINAL INESPERADO.
EXCELENTE NARRATIVA, FINA, ELEGANTE... CUSTODIA DEL IDIOMA. UN HONOR.
BESITOS QUERIDA AMIGA.
Muy bien pintado! A dos colores, el humo invadiendo los ambientes, las curvas de los cuerpos y las formas..casi huelo...casi...casi.
ResponderEliminarAtravesado el limite del tiempo la he leido.
Gracias por la "entrada al cine".
Saludos desde Bs As.
No siempre la vida es como se desea.. pero cada tren o cada barco llega cuando de verdad se puede tomar
ResponderEliminarUn saludo
¡¡Que imaginación!!
ResponderEliminarHermosa y original historia. Felicidad, te felicito, esa imagen del caballero ganster, y el desarrollo de la historia: es perfecta.
¡¡Mis aplausos!!
mmariarosa
Como de costumbre, has logrado plenamente plasmar la ambientación, de la trama ya no hablo, porque todas son estupendas, siempre quedo con sabor a poco...
ResponderEliminarBesitos en el alma
Scarlet2807
Antorelo, gracias por entrar en el café literario, agradezco tu amable comentario.
ResponderEliminarUn abrazo
Luján, sí, en el cine negro el personaje del perdedor es parte sustancial del género. He pretendido que la atmósfera de los años cuarenta ambientara de una manera cinematográfica.
ResponderEliminarAgradezco, Luján, que entres en mi blog y tus estímulantes palabras que me animan.
Un gran abrazo
Ulisa, me alegro que te haya gustado y que de algún modo hayas viajado a través de la literatura y el cine la década de los cuarenta. El cine negro en contenido y en plástica es arte.
ResponderEliminarAbrazos
Estrella, bienvenida a este Café literario. Agradezco que hayas entrado y leído el relato y, por supuesto, que hayas tenido la amabilidad de dejar tu comentario.
ResponderEliminarUn abrazo
Mariarosa, eres muy generosa y amable en tus comentarios. gracias por pasarte por este café lietario y dejar tus impresiones.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo
Scarlet, uno de los plantamientos del realto era ubicar a los personajes en un escenario reconocible desde la imagen, la nostalgia y ese halo mítico del cine negro.
ResponderEliminarUn gran abrazo, amiga
HOLA FELICIDAD
ResponderEliminarNUEVAMENTE AQUÍ PARA AGRADECERTE TU CARIÑOSA PRESENCIA EN MI SITIO, TIENES TANTO CAUDAL DE CONOCIMIENTOS, TANTA CULTURA... MIRA QUE YO HE LEÍDO PERO TU ME GANAS PORQUE ERES COMPLETA. YO DE CINE SÉ POCO...
TE FELICITO, AMIGA.
CARIÑOS DE SIEMPRE.
Inquietante relato, tienes estilo y buena imaginación.
ResponderEliminares un placer pasar por tu casa.
deseo tengas una bonita semana.
un abrazo.
Luján, aprendo mucho de ti y es un auténtico placer literario acudir a tu magnífico blog.
ResponderEliminarUn abrazo, amiga
Ricardo, sí, es un relato con luces y sombras y que juega con la gradación del color negro.
ResponderEliminarBuena semana también para ti.
Un fuerte abrazo
Me gusta mucho este relato , el manejo de los personajes que de a poco van llegando a un punto común donde todo se desencadena en un final violento , un abrazo Felicidad .
ResponderEliminarHOLA FELICIDAD
ResponderEliminarES UN PLACER LEER TUS COMENTARIOS PORQUE INTERPRETAS TAN BIEN LOS ESCRITOS, UNA MAESTRA PARA LA CRITICA LITERARIA.
ES DIFICIL ESE OFICIO, PORQUE EL ARTE ES SUBJETIVO.
BESITOS QUERIDA AMIGA.
Cuento maravilloso; de final insospechado, como suelen tener tus cuentos.
ResponderEliminarLa historia te abduce, durante el trayecto mi cabeza sufre una especie de experimento que te impide mover los ojos y la mente de lo escrito, y cuando la poesía de las palabras impresas con tinta negra virtual se convierte en familiar, cuando su música flota por mi cerebro adormecido y como un espejismo creo conocerla, la bala escupida por el arma de la rubia o pelirroja...moriré sin saber cuál era su color de pelo.
Yo también me he visto paseando por las calles en blanco y negro de NY o Chicago, con el cuello de la camisa levantado para protegerme del frío, terminar en un hotel de categoría con una mujer de bandera y sucumbir a sus encantos fríos como el plomo.
Felicidad,gracias por el viaje a base de tinta negra virtual.
Pablo, agradezco tu paso por el Café de Buenos Aires 1929 y que te hayas quedado hasta el final de este "corto" literario que se mueve entre la tinta y cine negro.
ResponderEliminarUn gran abrazo a Ecuador
Luján, eres muy amable en tus consideraciones conmigo pero debo reconocer que tus poemas son de una intensidad y calidad que mis comentarios apenas esbozan estas cuelidades. Un regalo leerte.
ResponderEliminarUn abrazo, amiga
Valandan, el placer de leerte, sin duda es mio.He recorrido tu comentario como si estuviese viendo una escena en la gran panatalla de ese cine bicolor y nebuloso que tanto nos entusiasma. Es espléndido literariamente y en cuanto a imágenes cinematográficas, exluyendo lo referente a esta autora que sí te agradece profundamente que te pases cada semana por el Café Literario y por la generosidad de tus palabras.
ResponderEliminarUn gran abrazo, amigo
Interesante historia.La verdad os digo ! Tienes buena imaginación! .Fue un placer leerte y visitarte.Que tengas un gran día llena de paz, felicidad y armonía en tu vida.Dios quede contigo amiga.
ResponderEliminarTu blog tiene mucha imaginación, escribes relatos muy interesantes, me encantó descubrirte.
ResponderEliminarBesos.