Un día
Marta quiso construir una frase pero las palabras se le escarcharon, las ideas cómplices desaparecieron secuestradas por el pasado y los
proyectos quedaron sepultados bajo los escombros de los tiempos felices. Pensó entonces,
que la glaciación entre ellos se produjo sin previo aviso, no hubo cambio
climático, ni las nubes del cielo fueron violentadas por los densos y viscosos cúmulos
que trepaban desde las chimeneas de las fábricas. El sol se ocultó y se habituaron
a compartir sus destinos entre las tinieblas, el silencio solitario y las
tardes de miradas por los ventanales.
Abandonó
la casa solo con lo puesto. Él le preguntó si no requería de un camión de
mudanzas y ella le respondió que todas sus posesiones estaban grabadas en la
piel, que para los recuerdos aún no se
habían inventado embalajes y eso a él lo reconfortó.
Marcos
siguió la rutina de los días perdidos. Tomaba café al amanecer, acudía puntualmente
a la oficina donde permanecía ocho horas de contable y regresaba en la tarde.
Se acomodaba detrás de la ventana y se acostumbró a verla pasar al crepúsculo. Caminaba bañada en luces ocres,
grisáceas, tornasoladas o rojizas según fuera la estación que atravesara. Los
mejores momentos acontecían los sábados por la tarde y los domingos a media
mañana. Seleccionaba una vieja canción francesa, escanciaba el coñac de las
grandes ocasiones y aguardaba el
instante en que el viento removía la melena de Marta y fulgían sus labios
carnosos mientras él aprisionaba el cristal de la copa entre los suyos.
Una
tarde el otoño se descamó y las hojas se extendieron por toda la ciudad, algunas
quedaron balanceándose en el alféizar de la ventana. No tardó en llegar un
ejército de nubes negras que descargó todo su arsenal de agua y las precipitó
al vacío. Marcos contempló la cadencia bulliciosa de la lluvia persiguiendo a
la hojarasca hasta que la vio aparecer. Una vaharada de aire le voló el
paraguas y el rostro de Marta quedó a la intemperie. Un relámpago cruzó su
memoria, descubrió en ella la misma sonrisa que fue para él en los días felices. Se
reclinó en el sillón, tragó un sorbo del vino añejo y escuchó los últimos
acordes de Ne me quite pas. Marcos decidió
marcharse, allí ya solo habitaban el viento sibilante y el gorgoteo de las
nubes.
Ahora
cuando pasa por delante de la casa abandonada deja caer una moneda o la cajetilla
de tabaco y mira de soslayo hacia los ventanales por si alguien lo observa.
A H.
S. por los días de Jacques Brel
un día los colores se vuelven grises, la sonrisa se opaca y el adiós se vuelve inevitable, sin ninguna necesidad de camión de mudanzas...
ResponderEliminarun relato con imágenes absolutamente vívidas.
un fuerte abrazo, querida Felicidad (qué precioso nombre tienes!)
La monotonìa de lo cotidiano, los silencios y luego la huida...una huìda fìsica, como bien dice el personaje de Marta...las posesiones estàn grabadas en la piel, y en ocasiones a fuego!
ResponderEliminarComo siempre altamente gratificante leerte Felicidad.
un fuerte abrazo.
Fin de una historia, el final de los amantes... Lluvia, viento golpeando los ventanales, las hojas volando en una tremolina igual que el alma de los antiguos amantes y ne me quitte pas... Felicidad, creaste un clima de nostalgico adios, vacio y soledad muy dificil de lograr. Todo contado con metaforica maestria. Gracias por regalarnos tu talento.
ResponderEliminarPatricia, la certeza de que todo está terminado, rara vez se percibe al mismo tiempo en la pareja y es un proceso que pasa por diferentes gradaciones de gris hasta que definitivamente se apaga la luz.
ResponderEliminarUn enrorme abrazo
Adriana, ocurre que cuando ya no hay nada que decir y ese mundo compartido se derrumba o desaparece solo quedan los recuerdos, los buenos momentos esos que se tatuaron en el personaje y que de alguna manera es el único bagage que está dispuesta a retener.
ResponderEliminarUn cálido abrazo, amiga
Carolina, sí, en realidad es una despedida en dos tiempos, las disposición de los elementos de la naturaleza tienen ese fin que tú acertadamente comentas. Rupturas, finales...son tempestades que se levantan, movimientos sísismicos que arrasan y destruyen. Lleva un tiempo aquietar y reconstruir.
ResponderEliminarQuerida Carol, un fuerte abrazo
No hubo vuelta atrás. . .tenía la esperanza. Pero el amor vive igual. Hermoso tu relato,Felicidad.
ResponderEliminarUn ambiente que lo sublima.No conozco la canción, pero escucharla debe ser también un placer.Un fuerte abrazo, amiga.
HOLA QUERIDA FELICIDAD
ResponderEliminarQUE RELATO INTIMO Y NOSTÁLGICO, ME HACES ACORDAR A LAS NOVELAS DE UNAMUNO, DE DUMAS... LA DAMA DE LAS CAMELIAS...
NOTO QUE HAS LEÍDO MUCHOS CLÁSICOS POR LA FORMA DE NARRAR Y EL LEXICO.
ME PARECE DE UN REFINAMIENTO, COMO CUIDANDO EL IDIOMA.
LA TRAMA MARAVILLOSA, UN AMOR QUE TERMINÓ POR FIN, UN ADIOS QUE NECESITABA SER...
BESITOS
CARIÑOS MILES.
Millz, la esperanza puede durar toda una vida pero el amor suele se más efímero. Ne me quite pas es una espléndida canción de Jacques Brel, sin duda te emocionará cuando la escuches.
ResponderEliminarAmiga, un enorme abrazo
Luján, concibo la literatura como un arduo oficio que me proporciona placer y duro trabajo. Me ruboriza y te agradezco tu evocación de los clásicos pero ellos son gigantes y yo una aprendiz; lo que sí es cierto es que las lecturas acumuladas de poetas y narradores son parte de lo que creamos, recibimos su herencia y partimos de ella en esa búsqueda de un estilo que cada autor batalla en el día a día de su escritura.
ResponderEliminarQuerida Luján, gracias por tu presencia en el Café Liteario. Un honor
Un fuerte abrazo, amiga
Cautivadora despedida a un adiós que no quiere irse. Los escombros de los tiempos felices´aún están ocultos debajo de la alfombra, sin posibilidad de reciclarse, esparcidos en pedacitos por todas las parcelas del corazón.
ResponderEliminarTu prosa es deliciosa, Felicidad, logras crear un ambiente y transmitir ese sentimiento de derrota y desamparo con un estilo del que no me canso de felicitarte.
Extraordinario.
Un fuerte abrazo.
Felicidad, este relato está lleno de nostalgia, como la canción que mencionas, siempre es difícil decir adiós, terminar una relación, comenzar de cero, pero llegado el momento es mejor para los dos. Mas vale eso, que la soledad y el silencio compartido.
ResponderEliminarUn gusto leerte y disfrutar de tus relatos.
Recibe un fuerte abrazo, amiga.
Y, a veces, aunque decidamos irnos o decidan irse se deja caer cierta nostalgia al pasar por algún balcón habitado por fantasmas.
ResponderEliminarMe gustó mucho el relato, Felicidad.
Un gusto leerte, amiga.
Marisa, reconocer las derrotas del corazón no es tarea fácil, solo basta leer la poesía o la narrativa -si nos limitamos al campo de la literatura- a lo largo de los siglos para comprobar que las ruinas de amor son un material creativo recurrente y siempre distinto. Intenté construir una trama donde el desamor se desarrollara en dos tiempos y cómo el personaje abandonado gestiona su "derrota".
ResponderEliminarMarisa, gracias por transitar por el Café Liteario.
Un gran abrazo
María, tienes toda la razón, peor, mucho peor que la ruptura es convivir con esa soledad solitaria donde,la emoción, la ilusión,la magia... se han exiliado para no volver. Solo que en ocasiones no es al unísono y se generan situaciones de no aceptar el punto final de lo que ya está acabado.
ResponderEliminarMaría, amiga, gracias por leerme.
Un enorme abrazo
Mariela, la melancolía y la nostalgia son los sentimientos que quedan después del derrumbe de una historia que empezó para siempre pero que el tiempo y sus circunstancias destruyeron. Recuerdos, canciones... todo vale para no darse por vencido aún cuando el otro corazón ya ha hecho su mudanza.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo, amiga
Un relato maravillosamente contado con imágenes claras, Las despedidas siempre duelen. Me encantó tu blog y te sigo Un abrazo.
ResponderEliminarMagnífico cuadro de la melancolía. El aferrarse a los detalles que rodean al amor pensando que así se puede rodear al sentimiento mismo, cuando la realidad es que vivir de recuerdos es triste y cruel para con uno mismo, hay que mudarse también.
ResponderEliminarUn abrazo
Alma, bienvenida al Café Literario, gracias por pasar por este blog y dejar tu amable comentario.
ResponderEliminarAbrazos
Aníbal, la mudanza verdadera acontece cuando se deja atrás cada uno de los recuerdos que el presente se vuelven dagas punzantes que hieren.
ResponderEliminarAníbal, una alegría tenerte de nuevo por el Café Literario desde Jordania.
Un gran abrazo
Que cosa terrible la soledad acompañada. Al menos ella logró salir del bochorno de palabras muertas. ¿Y él? me quedé pensando, al volver la vista a su ventana, seguirá atado a ese ayer?
ResponderEliminarHermoso y poetico relato. Te dejo mi aplauso.
mariaorsa
Mariarosa, la soledad mal compartida suele ser bastante peor que la soledad a secas. Tu pregunta pone de relieve una cuestión que el relato deja a criterio del lector. Para abandonar el "ayer" es preciso tener predisposición; ya es un paso cerrar la puerta, el siguiente será pasar la llave.
ResponderEliminarUn gran abrazo, amiga
Hay ocasiones en que los días felices se acaban, y sólo nos queda el recuerdo de sus destellos. Parecen tan reales que por momentos no sabemos diferenciar entre la fantasía y la realidad. Es como el despertar de un hermoso sueño de amor. Al menos queda el dulzor de ese momento de evocación. También es de disfrutar. Muy hermoso Felicidad.
ResponderEliminarTe dejo mi abrazo sincero.
Uf!Menos mal que el café, la lluvia y el otoño ayudan a pasar estos duelos.
ResponderEliminarMe gustó mucho el principio, cuando ella está a punto de decir algo y se detiene. Allí es la bisagra entre el comienzo de una historia y el fin de otra, cuando se instala ese silencio huidizo-ya que hay silencios compartibles.
Ver pasar a alguien con quien hubo intimidad como si fuera un extraño, debe ser bastante violento para quien mira; preferiría, personalmente, cambiar de ciudad o al menos de barrio.
TINTA HÚMEDA
ResponderEliminar7
Limpio la casa,
preparo guiso de vegetales,
abro la puerta
y me siento a esperar.
Ella anunció visita
y ha cumplido su palabra.
Ahora somos dos náufragos que se miran,
dos cuerpos
que han decidido fabricar
una sola sombra.
anuar iván.
Belkis, tú lo expresas muy bien, es un despertar involuntario de un sueño de amor pero ocurre y las decisiones que se tomen o no condicionan la felicidad o infelicidad del ser humano. Sin duda, después de un tiempo, los recuerdos emergen como regalos del pasado o punzadas que aún hieren.
ResponderEliminarBelkis, gracias siempre por entrar en eset Café literario.
Un gran abrazo
Ignacio, las penas se digieren mejor con la melancolía del otoño o un café cargado frente a una venta, estamos de acuerdo. Sí, debe ser bastante duro ver pasar cada día a la persona que amas sin mayor acceso que la vista. Una amiga mía siempre me comenta que esos casos es mejor cambiar la dirección de las flechas, claro que aún no me ha explicado el método para hacerlo.
ResponderEliminarIgnacio, amigo, feliz primavera que estás a punto de inaugurar y un abrazo muy grande
Anuar, bienvenido al Café Literario.
ResponderEliminarMaravilloso comentario-poético, al que solo le añadiré el agradecimiento de que hayas entrado y dejado tan buena literatura.
Un abrazo
Captar el instante ese momento en que descubres que todo ha acabado y que no hay marcha atrás de una forma preciosa
ResponderEliminarUn besito más
Su cuento planta como objeto, aquello, a través de la ventana. Imaginé lo que ocurre a diario cuando, por costumbre, domésticamente permitimos a las emociones pasar por el televisor.
ResponderEliminarMuy bueno.
http://enfugayremolino.blogspot.com
Acompañaré como N176
Buen texto, muy entretenido, mantiene un hilo conductor hasta el final,Bonitas fotos, siempre me gustan. me pareció muy interesante.... Me gustan tus escritos, son muy entretenido. Te envío un abrazo fraterno deseándote muchas bendiciones en este día y todos los que estén por venir.
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