Breve historia de un sueño

A veces los sueños se manifiestan en la noche. Llegan sigilosos y se cuelan en la oscuridad para diluirse en deseos al amanecer. Otros adquieren formas metálicas, ruidos a motor y se elevan al cielo, navegan entre nubes y cuando aterrizan se vuelven Chile.

Después de dieciséis horas de vuelo, el abrazo a los amigos de la Revista Verbo (des) nudo, Mafalda Migliaro y Gino Ginoris. Un feliz encuentro que presagiaba una intensa estancia en el país andino.

Las calles de Santiago entraron por el parabrisas del automóvil despojadas ya de la cuadratura inexacta de una cámara de cine o de televisión. Y el sábado tibio y veraniego fue conversación y primeras palabras de ciudad, de historia inevitable y de viajes. Ya en La Reina, la tarde me trajo más amigos, más abrazos, más voces que dejaron de ser letras, frases silenciosas, regalos de amistad y literatura, Taty Cascada, Sergio Melo, Anouna Fabio, Luis Cerón, Alfredo Poo y la entrañable Nana. Un cálido intercambio ante la discreta mirada del nuevo número de la Revista, dedicada al 472 aniversario de Santiago de Chile, en plena fase de elaboración. 

La luna llena prendió la noche clara y se instaló sobre el barrio de Bellavista. Allí, entre copas, nos fuimos conociendo, acercándonos ya fuera de las redes sociales, en el vértigo del riguroso directo.

Domingo en Pomaire, un pintoresco  pueblo chileno dedicado a la artesanía en greda. El tórrido verano amenazaba con derretir los cuencos y las vasijas que colgaban por doquier. Apacible paseo con amigos por sus calles y tiendas. Y el primer y delicioso encuentro con la gastronomía chilena, el pastel de choclo en compañía de Egle, chilena que me invitó a su patio de La Gomera en Santiago.

Y fui a buscar la mar a Isla Negra con Sergio y Gino. Allí, arrebatador, turbulento, seductor, rimado de olas, el Pacífico se me reveló a los pies de la casa de Pablo Neruda. Océano que abrazaba impetuoso las rocas dispuestas como versos al viento. Algas resbaladizas  nadaban sobre la bravura del agua espumeante.

Pisé las calles de Santiago nuevamente emocionada. Mi amiga Mafalda Migliaro me mostró lugares y barrios que ya hacen inolvidable a la ciudad. Un tranquilo recorrido por el bello cerro de Santa Lucía y un inesperado encuentro con un árbol milenario de Canarias, el drago. Una intensa visita a la Chascona, la casa de Pablo Neruda en Santiago. Su arquitectura interior concebida como un barco que juega con el alma de niño del poeta chileno. Y la tarde en el barrio de Lastarria entre café y conversación. Y el largo paseo por la avenida de Alonso de Córdoba.

Fueron días donde tuve también la fortuna de hablar con Eva Magallanes, Margarita Ávila Landeres, Carmen Troncoso Baeza y emplazarnos para un futuro encuentro.

La noche del martes, después de diez horas de carretera junto  a la poeta chilena Elvira Hernández, me dejó a las orillas de un expectante amanecer en Lebu. Jaime Magnan Alabarce, coordinador del X Concurso Literario Gonzalo Rojas Pizarro, nos esperaba con su sonrisa amable y su abrazo cálido en la terminal. Recalamos en el acogedor Hostal Ventosur.

Una fresca brisa recorría las aún desiertas calles de Lebu bajo un cielo azul líquido. Rectas, casi interminables, venían del río y se perdía al otro extremo. La poeta Elvira Hernández, de origen lebulense, me mostró la ciudad desde su mirada poética, su hablar pausado y su verbo inteligente y preciso. Caminamos hasta la Plaza de Armas donde palmeras canarias bailaban bajo el soplo tímido del aire contenido. Porque el viento, habitante perpetuo de la ciudad, se alejó aquellos días que mis pasos lo buscaron. Y en su lugar me dejó la luz radiante que jugaba y reverberaba sobre las aguas tranquilas del río o nadaba entre las brillantes olas del mar.

Después del encuentro con el resto de los participantes en el X Concurso Literario Gonzalo Rojas Pizarro, entre los que se encontraba la escritora María Inés Vega Sanhueza y la poeta Damsi Figueroa Verdugo, la Biblioteca Pública Municipal de Lebu celebró una interesante tertulia sobre Educación y Literatura. Un debate abierto sobre los programas y estrategias para involucrar a los jóvenes en la pasión de leer. Unos propusieron textos de calidad como único recurso efectivo, otros platearon la lectura sin exclusiones, leer, leer todo. Motivar sin imposiciones. Desde la literatura local, la clásica o la más actual y cercana a los adolescentes. Al término de una distendida y literaria cena frente al río Lebu, la conversación se prolongó en un enriquecedor paseo por las calles de Lebu.

La mañana del 28 de febrero entró cargada de mensajes cálidos y emotivos que venían del otro lado del Atlántico animándome desde la distancia y el recuerdo.

El Club de Amigos de la Biblioteca de Lebu, organizador del Concurso, nos acompañó en una hermosa excursión al Parque Eólico a las afueras de la ciudad. Un parque tecnológico frente a las espectaculares playas del Pacífico.

El día transcurría brillante, luminoso, azulado sin la más leve brisa. Al final del almuerzo visitamos las cavernas naturales a 3 kilómetros de la ciudad. Circulamos en paralelo a una extensa playa hasta llegar al lugar. Después de atravesar a pie una húmeda y oscura gruta de 100 metros, la naturaleza apareció exuberante, transformada en la mágica e inolvidable playa de Millaneco. Arenas blancas picoteadas por aves huidizas del agua salada y rodeadas de un paisaje rocoso y de vegetación verde intenso como aquel día. La mar llegaba luminosa, cantarina, con esa música que el Pacífico eleva cuando se acuesta sobre la arena y arrastra su piel incansablemente sobre ella. Recorrí la playa sobrecogida por el espectáculo desatado de la naturaleza: luz, color, bramido de mar, aroma a salitre y la inolvidable compañía de Elvira Hernández y del poeta, escritor y profesor Herman Johnson Armijo.

El emotivo acto de premiación se celebró en el Centro de la Cultura y las Artes  Walter Ramírez y contó con la asistencia de las autoridades locales. Entre recitales de poemas, intervenciones y actuaciones, se entregaron primeramente los galardones de poesía que recogió la finalista y joven poeta chilena Alejandra Loyola Castro. Y en el que resultó ganador Iker Pedrosa Usero de España, la primera mención de honor se concedió a Claudio Simiz de Argentina y la segunda a Tania Ganisky de Colombia.

Después de una acertada y precisa referencia a cada uno de los cuentos premiados a cargo de Herman Johnson Armijo, el alcalde de la ciudad de Lebu, Cristian Peña Morales, me entregó el diploma por el relato Tiempo de mar. En esta categoría Alejandro Plá Alfonso de España fue el ganador, la primera mención honrosa fue para Maia Blank de Israel. Fueron instantes donde el Atlántico arribó a mi memoria y con él los días de lecturas, de silenciosa e invisible escritura. De adentrarse sin vuelta atrás en los apasionantes laberintos de la creación literaria, en la certeza de que una vez más estaba soñando.

Leí un fragmento del relato y pronuncié unas palabras acerca de mi procedencia canaria y mi encuentro afortunado con la literatura chilena. Y una sorpresa, Jaime Magnan Alabarce me entregó el galvano por el microcuento Pensaré en Lebu, que resultó mención especial el pasado octubre en el I Concurso Lebu en Pocas Palabras.

Después de la cena de premiación, me llevaron a escuchar el Pacífico. El rumoroso oleaje que solo es posible sentirlo en la profundidad de la noche. Sorprendimos a la niebla acariciando la piel del océano. Las estrellas, al alcance de la mano. Oculta, tímida detrás de las nubes, la luna llena se resistía, como yo,  a dejar Lebu.

Gracias a mis amigos chilenos de Santiago y de Lebu por su afecto, cercanía y por lo feliz que me hicieron sentir durante aquellos días. Al grupo de la Revista Verbo (des)nudo, a Jaime Magnan Alabarce, al Club de Amigos de la Biblioteca Pública de Lebu y a su directora Eliana Davidson Alcayaga, a los poetas y escritores con los que compartí tanto, a Elvira Hernández, María Inés Vega Sanhueza, Damsi Figueroa Verdugo, Fátima Alarcón, Betty Fernández, Viviana Flores, a Herman Johnson Armijo, a mi familia, amigos y compañeros de trabajo que me apoyaron desde el otro lado del Atlántico y a todos los que habitaron en este sueño.